Columnas Primera Plana

Con Virginia Woolf

Por Fermina Ponce

Sábado 03 de febrero, 2018 – Aurora, Illinois

Hace un par de días volví a leer Bailaré sobre las piedras incendiadas de Gustavo Tatis Guerra, luego me remití a la carta que Virginia Woolf le escribió a su esposo Leonard antes de suicidarse. No sé cuántas veces la he leído, siempre desde la perspectiva literaria, como esa última evidencia que dejó una de las más grandes escritoras del siglo XX.

Sin embargo, esta última lectura fue diferente. Esta última lectura no fue literaria, fue una lectura de “he estado en tus zapatos”, “a mí también se me ha olvidado todo y a veces no puedo leer ni escribir”.

Hay infiernos que caminan en nuestra cabeza por años y a través de las horas nos quitan la coherencia; llegan como una tormenta y se roban nuestro brillo, nos postran en un estado inerte, insípido, y entonces nos volvemos ausentes de todo, de la realidad que parece irse sin que nos demos cuenta, mientras nos perdemos a través de la ventana con una mirada que nos lleva a un destino color gris.

“Yo tampoco me pude concentrar, Virginia, y lo único que pude hacer fue pensar en lo que pensaba para seguir pensado en cómo salir del pensamiento”. Te entendí. Estuve espiándote en el tiempo, mientras te despedías de Leonard, con tanto amor, con ese dolor innombrable. Sentí tu culpa por arruinarle la vida. ¡Virginia!, como me dueles hoy sábado por la noche, me dueles mientras entiendo la ansiedad de Howard Hughes en su cuarto rojo, sin ropa, aislado, repitiendo su mantra o buscando un pañuelo para poder abrir la puerta.

¿Acaso nuestro regalo es la persecución de musas en los altos, mientras reímos con euforia seguida de una pausa obligada para descansar, para conectarnos con esas voces que nadie más escucha?

Tengo frasquitos de varios colores, suficientes ansiolíticos, estabilizadores de estado de ánimo, también antidepresivos, uno que otro método para detectar y manejar los síntomas. ¡Deberías regresar Virginia!, hoy te podría quitar las piedras de los bolsillos y bailaríamos sobre palabras incendiadas.

 

Crédito de la fotografía:  George Charles Beresford – Virginia Woolf in 1902 – Restoration.jpg  https://en.wikipedia.org/wiki/File:George_Charles_Beresford_-_Virginia_Woolf_in_1902_-_Restoration.jpg