Poesía Reseñas Ruta de lectura

Tierra en llamas | Elgar Utreras Solano

La TIERRA EN LLAMAS de Elgar Utreras Solano

La poesía nunca podrá estar ausente de la vida del personaje que la concibe.
Jamás podrá estar separada del alma del poeta, que, con dolor o esperanza, la
manifiesta como parte intima de su creación. Pero las emociones que fascinan
o enamoran el alma también pueden causar heridas que nunca sanan.
Todo lo que nos conmueve; y nos toca las fibras del ser; ¡lo que roza y agita el
espíritu, también duele!
Cuando el poeta se sobrepone a su propio calvario interior halla una redención
para deja oír su voz como un canto de victoria. Atrás queda entonces la
dolorosa huella, esa perenne reminiscencia que siempre marca un testimonio.
Este es el precio que por el sublime don de la sensibilidad deben pagar artistas
y poetas.
La inspiración poética de Elgar ha transitado por estos caminos, pero en este
poemario, quizás, con diferente rumbo, razón por lo que es recomendable su
lectura con detenimiento para poder captar las sugestivas imágenes que
proyectan sus palabras, en tanto que van revelando la cosmogonía de los seres
mitológicos, o reales, que pueblan no solamente Tierra en Llamas, sino
también los que han habitado el intrincado laberinto de sus intimas emociones.
Federico García Lorca fue un entusiasta conocedor de los mitos de la
antigüedad. Se cuenta que La teogonía de Hesíodo era una de sus lecturas
favoritas. En varios de sus apuntes García Lorca sostiene la importante
función de la mitología como organizadora de la percepción que la humanidad
tiene del mundo y de los elementos primigenios: agua, aire, tierra y fuego
como también de las criaturas mitológicas que los visitan, dragones, faunos,
sátiros, ciclopes, o gorgonas. Seres que no solo han contribuido a crear una
explicación poética de la naturaleza, sino que también ayudan al hombre a
convivir, sin temor y en armoniosa convivencia con ella.
Este poemario de Elgar está impregnado de sonoridad y fantasía. La fuerza
que convoca cada uno de los vocablos que emplea se halla uncida al mito del
dragón, como también a la teoría del fuego y de las llamas; vitales elementos,
que, en el misterio de su pluma, tal vez correspondan a los requiebros
interiores de su propia interioridad.

La dimensión de las coordenadas territoriales, o místicas, que su voz traza, se
junta a los anteriores elementos naturales desatados, para vaticinar una visión
que apenas nace en una eterna línea cuya dimensión creativa, permite a su
poesía, transitar por un territorio exótico y alucinante.
Elgar escribe en su poema dimensional, Dragones lo siguiente:

«Hacia el NORTE fuego, ardiendo todo
Desde el SUR, acre, más aire que nada.
La mirada fija desde el ESTE
Cae en la lluvia
Donde alguien escribe en las orillas de un rio
Antes de las cosas y de quienes las habitan.
Alguien espera en el ocaso sobre la tierra
Una serpiente de plumas maravillosas
Y llega una muerte blanca
Arrasando con todo
Aquí habitan dragones,
Justo en la línea que ya no es longitud
Ni paralelo.
Aquí comienza el mundo
En la cuenca de los ojos».

La llama ancestral que enuncia el poeta en el acápite del libro escapa de lo
lírico para extenderse en una atmosfera impregnada por el ritual de lo
fantástico; de lo inexistente, en el que la rebeldía o quizás la certidumbre de lo
nostálgico, del infinito y el fulgor de todo ese universo silencioso y elocuente,
se nos rebele para interpretar el imaginario de los versos en un poético
santuario.
Su poesía al invocar los dragones convoca igualmente el poder espiritual
supremo; el poder terrenal y celestial, el conocimiento y la fuerza de un ser
mitológico presente en el imaginario de diversas culturas, pero bajo una
simbología diferente.

Dentro de un contexto general el dragón significa fuerza física, pero al mismo
tiempo, en algunas culturas ancestrales representa lucha interior, es decir
agonía, conforme al apropiado sentido etimológico que le corresponde al
castizo significado de agonía, con el que Don Miguel de Unamuno comunica
al vocablo en su inmortal obra: La Agonía del Cristianismo, cabe decir la
lucha colosal del cristianismo, a través de la historia.
En verdad todos agonizamos en la jornada de nuestra diaria vida y más aún
ante la inmensa tragedia que hoy representa este flagelo que estamos
enfrentando. Como no sentir compasión por quienes luchan con denuedo; y en
este mismo instante lo están haciendo, para lograr sobrevivir. Solidaridad con
todos los que luchan; también es función de los poetas consolar, recomponer
sueños truncados, ¡y sembrar esperanza!
Los dragones que rondan en la poesía de Elgar (los menciona más de siete
veces) generan sugestivas imágenes que se extienden más allá del horizonte de
la facultad creativa-alucinatoria del poeta.
Estos monstruos siderales que vuelan van avanzando en la dirección correcta
con el que la vida, en la narrativa moderna, guía a la imaginación: ¿Acaso, no
fue “Ancolagen el Negro”, el más poderoso de los dragones alados, aniquilado
por Eärendil en la “Guerra de la Colera”?
Es el mito el habla elegida por la historia ya que no surge de la naturaleza
de las cosas. Pero es también la ficción la que trasforma la historia en
naturaleza.
Los símbolos vinculan al ser humano con el mundo natural, y de los mitos, y
esta extraña fusión logra que el hombre no se sienta extraño al universo. En la
poesía de Elgar esta función permite la conexión de ambos fenómenos para
encausarlos al mundo de lo sugestivo y de lo espiritual.
¿Como obraría una teoría de la llama o el fuego, en la poética de Elgar?
El fuego por sus llamas simboliza una acción fecundante o purificadora por
excelencia, porque la llama del fuego obliga al hombre a imaginar y sonar, y
todo sonador de llamas, se encuentra en un estado de ensoñación creativa
cuando visualiza su composición.

Escuchemos a Elgar en otro de sus poemas:

«Arde con ganas de arder la tierra y el aire.
Arde en el fuego ardiente de la tarde y la mañana.
Arde sin explicaciones
En las palabras que vienen lanzadas desde el fondo más allá de la
boca, en los sueños.
Arde por puro arder. Arder con ardor terrible de hambre en todas
las entrañas.
Arde la muerte. Arde la vida
Se fuega el mundo con sus rascacielos, sus antenas y satélites.
Se fuega el mundo en los brazos del hijo que espera al padre
Se fuega en canciones que vienen desde antes arde el cielo,
arde el infierno. Ardemos».

Como queda aquí plasmado ese fuego se replica entre voces, en paralela
proyección a un territorio en llamas. El simbolismo es el del fuego purificador,
o el de las llamas que arrasan para consumir sueños e ilusiones o, tal vez, el de
los espacios rotos que pudieron encontrar, finalmente, la ansiada redención.
En los tres últimos versos de Elgar se advierte un neologismo acunado por el
poeta con evidente finalidad emotiva; y el verbo que es esencia, movimiento,
pasión hace que todo absolutamente todo, en este poema se “fuegue”, como un
esplendoroso efluvio de imágenes que invaden, como invisibles dardos, la
intensidad de su expresión poética.

Luis Carlos Fallon Borda,
poeta y escritor colombiano,
profesor de la Universidad de Miami.
Miami, 13 de mayo de 2021