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Voces del exilio en la poética de Mahmoud Darwish

Conmemoración del 82avo aniversario de su natalicio

Por Yehudad Abraham Dumetz[i]

La poesía no puede cambiar al mundo,
pero puede encender velas en la oscuridad”

Darwish

“Escribe que soy árabe,
 que tengo el pelo negro y los ojos castaños;
que, para más detalles, me cubro la cabeza con un velo”

Darwish

El exilio supone un corte umbilical con la madre tierra donde por siglos nuestros ancestros se desarrollaron, donde el universo, la evolución o el mismo D-s nos ha dado la vida. El exilio es una forma de violentar y privar a los seres humanos de su hábitat cotidiano, fragmentando y en la mayoría de los casos, asesinando la identidad social y cultural de un pueblo. Por lo que es casi imposible para una sociedad de mercado como la de Occidente comprender que el hombre del Oriente Próximo está ligado (tal y como lo están los pobladores ancestrales o indígenas que habitan Abya Yala “América”) a su tierra “MADRE” persecula seculorum.

David Sánchez Juliao una vez me comentó que, cuando él se asomaba por el orificio de la valla de zinc que dividía la vivienda de su residencia con la de mis abuelos (en ese instante, de mis padres también) en toda la plaza de Santa Rita, hoy plazoleta de la Cruz en Lorica, Caribe, veía a mi abuela Miríam (María) Al-Sahér Banna, estallar en llanto a la vez que, melancólicamente cantaba al hacer el man´oushe o pan tradicional libanés. Luego me dijo que en una tertulia en el bar Tuqui-Tuqui de propiedad de Gustavo Díaz Naar, él, le preguntaba a mi padre el por qué ella lloraba con aquel ritual matutino. Mi padre le respondió: – Porque se acuerda de nuestra tierra Davo. Mis abuelos junto con mi padre y una tía, Yamile, la más amada, llegaron del Medio Oriente a Colombia en 1929, ya mi bisabuelo, en 1897 había llegado con parte de su familia por causa de la guerra. Exiliados, desarraigados, desterrados como tantos otros libaneses, palestinos (árabes y judíos) y sirios que también se asentaron en esta parte de América, otros en algunos países del Oriente Próximo y Europa. La relación de nuestro poeta Darwish con las “VOCES DE EXILIO” en este ensayo, se puede valorar como una ventana abierta a su biografía, signada por la praxis de vida en diversos hechos sociales, políticos o literarios y, en la que muchos artistas de las letras también se han visto inmersos. En este sentido, los sucesos del bardo palestino se entrelazan con los de su pueblo, al punto de volverse en ocasiones una sola historia, hombre-pueblo. Razón por la cual, para todo el Oriente Septentrional y para muchos en Occidente, este gigante de las letras no es visto como un hombre, sino como un pueblo que mediante su obra se ha convertido en la renovación de las letras árabes en el mundo y, en el caso particular para el pueblo de Palestina. Es a partir de 1967 cuando por vez primera se presenta en el mundo árabe la pluma poética de muchos poetas palestinos que vivían en el Estado de Israel. Entre ellos, Mahmoud Darwish.

“Es esencialmente después de la Guerra de junio de 1967 cuando comenzó a conocerse en el mundo árabe la producción de los poetas palestinos que vivían en Israel. En efecto, a partir de esos años las editoriales árabes –sobretodo libanesas- reeditaron los folletos de los principales representantes de dicha poesía, especialmente Samih al Qassim, Mahmoud Darwish y Tawfiq Az-Zayad.”[ii]

No fueron en vano, las raudas lluvias precipitadas en esta tierra de culturas milenarias bautizaban al nuevo olivo que nacía al mundo aquel jueves 13 de marzo de 1941 en la aldea de Al- Birwa en el distrito de Acre. Sin embargo, con tan solo 7 años de edad, en 1948 ya era uno más de los tantos refugiados que la guerra político intolerante creada entre dos pueblos hermanos y unidos por una historia, palestina (árabe y judía). Había sobrevenido AL-Nakba, lo que para el pueblo de Palestina significa “La Catástrofe” por lo que la familia Darwish con maletas ligeras se instalaba en el vecino país del Líbano.

Mahmoud, el alabado, el glorificado (porque únicamente puede ser glorificado aquel que desde temprana edad ha estado del lado de los buenos, de las víctimas, de los desamparados) aprendió a leer y a escribir bajo las orientaciones de su abuelo, pero mucho más, a comprender que la palabra y la escritura constituían una poderosa arma de lucha, un arma que a través de la prosa poética subvierte al Establishment. Abuelo al que Darwish inmortaliza en uno de sus poemas.

EL ROSTRO DE MI ABUELO[iii]

¿De qué tumba me vienes, ay, rostro de mi abuelo?
¡Profeta que no supo de sonrisas!
¡Vestido con el sayo color de sangre vieja sobre roca, y con el manto verde!
¡Ay, rostro de mi abuelo!
¡Profeta que no supo de sonrisas!
¡Ay, tristeza de un campo que transporta escombros, aceitunas y vientos derrumbados!
¿De qué tumba me vienes, para forjarme estatua de veneno?
La fe es mucho más grande. No he vendido ni un palmo. Ni me humillé a la fuerza.
Aunque cantaron y bailaron sobre tu tumba.
¡Duérmete!…
Porque yo estoy despierto. Despierto estoy.
¡Despierto hasta la muerte!

Desde entonces su visión de hogar, de patria, se construyó en el exilio, transformándose a través de su poesía, la palabra de los otros. Así se inicia en él, la condición humana del interminable peregrinar que aún no cesa. Su amada Palestina, su Gran Madre, el suelo que lo vio nacer, se convertía para este poeta en la metáfora del Jardín del Edén, en el reclamo de un pueblo al que diariamente la intolerancia étnica, religiosa, política (tanto desde adentro como del exterior en complicidad con los grupos religiosos extremistas que reclutan niños para convertirlos en escudos humanos) mata, en complicidad con el silencio violento de muchas naciones árabes. En donde los palestinos que desean tener una mejor calidad de vida resisten por dentro y por fuera, mientras el mundo calla y él arde el silencio. Criticó ferozmente la falta de sentido común de Hamas y Fatah que a costa de obtener el poder sacrifican a su propio pueblo, lo que él calificó como “suicidio en las calles”. Fue en este instante del exilio, cuando a partir de la perdida de Palestina, de ese Edén incluyente donde las raíces identitarias surgen desde lo profundo del Mediterráneo, en la que musulmanes, judíos y cristianos tienen un origen común y, cuya convivencia pacífica antes de todo el conflicto territorial, dejó huellas profundas en este suelo sagrado que permitieron a Darwish abrirse camino en su poesía para recuperar ese Edén perdido del  que hoy solo queda el mudo testimonio en las vetustas edificaciones sagradas que silencian nuestra predica; como la mezquita Al Aqsa custodiando la Santa ciudad de Jerusalén y guardando en su vientre la Roca donde Abraham abuna/abinu realizó por orden de D-s la Akeda de Ytzjak y, desde donde el profeta Muhammad ascendió al cielo. O el Kotel Hamaaravi “Muro de Los Lamentos” cuyos bloques gigantes han escuchado por siglos las oraciones de cada judío o las angostas calles de la vieja Jerusalén que celosas vigilan los milenarios pasos de Jesucristo el nazareno. Sus primeras obras poéticas fueron totalmente incluyentes, porque mirarse para adentro no cuesta nada dijo alguna vez un cantautor y poeta cubano; esto le permitió comprender más a Israel, a Palestina, al árabe israelí, al israelí, al judío, al árabe cristiano y musulmán. No obstante, años posteriores esta introspección, esta mirada hacia su alma, daría sus frutos en las evidentes contradicciones que se adhieren a lo largo del trasegar humano, aquellas que marcan el rumbo de su poesía combativa.

ÉL ESTÁ TRANQUILO, YO TAMBIÉN[iv]

Él es callado y yo también…
Él bebe té con limón, mientras yo tomo café.
Esa es la diferencia entre nosotros.
Como yo, lleva una camisa ancha a rayas,
Y como él, leí el periódico de la tarde.
 […] Tarareo la melodía de una canción
Y tararea la melodía de una canción similar.
Me pregunto: ¿Es él el espejo en el que me veo a mí mismo?
Y vuélvete para mirarlo a los ojos… pero no lo veo.
Me apresuro a salir del café.
Pienso: Tal vez sea un asesino…
O tal vez un transeúnte que piensa
Soy un asesino.
Tiene miedo … y yo también.

El poeta, admirador de Darwish, comparte un Humus.
El poeta, admirador de Darwish, comparte un Humus.

A diferencia de algunos que en su afán de querer titularse poetas o artistas han utilizado la calamidad, el dolor a diario repartido en las calles por el victimario y, las vicisitudes sorteadas en la bolsa de valores del mundo (sin que esto les carcoma los huesos), como un instrumento para catapultarse a la fama. Darwish, no necesitó recurrir a la cuestión palestina o mendigar un buró diseñado con madera diplomática, para que su verso fuera escuchado o reconocido porque en él, se encarnan las voces y rostros del exilio que en su esencia se erige en poesía, donde el amor promete esperanzas y donde su propia vida desatada en poesía, aún arde como la zarza aparecida a Moisés en el desierto. Darwish es un poeta de talla universal, comparable a Nazim Hikmet, Rubén Darío, Federico García Lorca, Pablo Neruda o Yehudah Amiai el poeta judío a quien tanto admiraba; porque jamás olvidó las raíces de donde venía, sus orígenes campesinos, el dolor de patria o el llanto del exilio cuyas fauces devoran al extranjero.

La noche –Oh madre- es un lobo hambriento, cruel que osa al extranjero en todas partes y que abre el horizonte a los fantasmas. El bosque de álamos siempre enlaza a los vientos. Qué crimen cometimos –Oh madre- para morir dos veces. Una en la vida y otra vez en la muerte. ¿Sabes tú quien hace brotar lágrimas? Supón que un día estoy enfermo y que mi cuerpo está abatido por el mal, la noche guardará el recuerdo de un refugiado que hasta aquí llegó y no volvió a su país, recordará la noche a un refugiado muerto sin sepultura.”[v]

Mahmoud Darwish decía que: “El exilio es más que sólo un concepto geográfico… Puedes ser un exiliado en tu tierra, en tu propia casa, en una habitación. No es solo una cuestión palestina”. Enseñándonos de esta manera que, en cualquier parte del mundo, muchos de nosotros hemos sido (y estamos siendo día tras día) exiliados, como lo fue por algunos años el poeta sucreño José Luis González Mendoza y, que en sus versos también ha cantado la tragedia de miles de colombianos a manos de los asesinos de palomas:

“hay un lugar en los ocasos de los sándalos, en la encrucijada de la noche y los destierros. Un lugar donde el tiempo, que el hombre cuantifica con el tabaco, se ha detenido en el lugar de la clepsidra. Un lugar donde habitan los exilios. (…) Y lo que antes era el país de los felices ahora es el país de los exilios”[vi].

Fueron muchas las desilusiones que Darwish vivió en el exilio. Su poesía de combate vino a definir la existencia palestina a nivel mundial. Estudió en la Unión Soviética gracias a que era miembro del revisionista y pro-soviético Partido Comunista de Israel, no obstante, de allí vendría con su primera desilusión, a lo que se le suma la masacre de Sabra y Chatila en la década de los 80s en el Líbano, donde la Falange cristiana libanesa asesinaba a palestinos refugiados. El conflicto palestino-israelí lo lleva a escribir el poema “Estado de sitio”.

ESTADO DE SITIO

(Fragmento)

Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso
y las fauces del tiempo,
junto a huertos de sombras arrancadas,
hacemos lo que hacen los prisioneros,
lo que hacen los desempleados:
alimentamos la esperanza.
Un país preparado para el alba.
Nuestra obsesión por la victoria
nos ha entontecido:
no hay noche en nuestra noche que con la artillería refulge;
el enemigo vela, el enemigo nos alumbra
en el sótano oscuro.
Aquí, tras los versos de Job, a nadie esperamos.
Aquí no hay yo, aquí Adán recuerda su arcilla…
Este sitio durará hasta que enseñemos al enemigo
algún poema de la yahiliya.

Anuncio del conversatorio sobre el poeta Mahmud Darwish.

Hoy, muchos podemos decir “Todos somos Darwish” por la mirada  a esa profunda angustia que invade su poesía, poesía que nos atraviesa y nos precipita a la desolación. Como poeta marginal y fronterizo, eleva un grito (no el grito de su causa palestina) sino el de lo humano por lo humano, indistintamente de la nacionalidad, credo religioso, etnia o color político, para señalar y combatir la exclusión del otro. ¿Cuantas voces de exilio interno y externo se reflejan en la pluma de Darwish? ¿Cuantas Colombia, cuantas Repúblicas democráticas del Congo, ¿cuantas Somalia, cuantos Irak, cuantos Afganistán? Pero también, existe un reconocimiento como árabe palestino de ser hijo de varias culturas sucesivas lo que le permitía tener un lugar para las voces judías, griegas, cristianas y musulmanas. Su lenguaje diáfano y rico en metáforas, son utilizados con un sentido isotópico, en donde no solo el poeta reflexiona, sino también el lector, quien, introducido a través de la lectura, es llevado a centrar la atención acerca de la vida frente a la muerte:

Pasaron, sobre el Sahara de mi corazón, portando palmas (…) ¿Qué traes, a los diez cirios que alumbran Kufr Qasim, sino cantos y cantos que habían de calavera y palomas? (…) ¿Oh, Kufr Qasim! De todos los ataúdes de las víctimas se alzará una bandera que diga: ¡Deteneos!… ¡Deteneos!… No sigáis rebajado ya has saldado la deuda de las tormentas y ha caído la sombra. ¡Oh, Kufr Qasim! No podemos dormir mientras quede una tumba en ti, y quede noche.”[vii]

Del amor frente al odio: “abraza a su asesino para lograr su clemencia: ¿Te enfadarás mucho conmigo si sobrevivieras? Hermano… hermano: ¿qué he hecho para que me asesines? (…) ¿Qué dices? ¿Me matarás para que el enemigo vuelva a casa/nuestra casa y tú retornes al juego de la caverna?”[viii]

Y de la libertad frente al confinamiento: “Para alabar mi libertad he compuesto diez poemas, aquí y allí. Amo las migajas del cielo que se filtran por el traga luz de la cárcel, un metro de luz donde nadan los caballos y las pequeñas cosas de mi madre, el perfume del café en su ropa cuando abra la puerta del día a sus gallinas”[ix].

Darwish, emplea sin restricciones y a cabalidad la métrica árabe del verso libre en su prosa poética. Genera un estilo muy particular, lo que lo hace único y uno con su poesía. Recurre no a palabras rebuscadas ni salidas de tono o contextos, sino que se nutre de aquellos olivares, pastizales, trenes, mares, puertos, amores, destierros y algo más; guardados siempre con meticulosidad en el archivo de su alma, para asomarlos luego en su poesía, en la voz de los que no tienen voz, en los que sufren el insomnio del exilio de patria y así, ir a su encuentro y redimirlos.

LA NIÑA / EL GRITO[x]

En la playa hay una niña, la niña tiene familia y la familia una casa.
La casa tiene dos ventanas y una puerta… En el mar, un acorazado se divierte
cazando a los que caminan por la playa: cuatro, cinco, siete caen sobre la arena.
La niña se salva por poco, gracias a una mano de niebla, una mano no divina
que la ayuda. Grita: ¡Padre! ¡Padre! Levántate, regresemos: el mar no es como nosotros.
El padre, amortajado sobre su sombra, a merced de lo invisible, no responde.
Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.
La lleva en volandas la voz más alta y más lejana de la playa.
Grita en la noche desierta. No hay eco en el eco.
Convierte el grito eterno en noticia rápida que deja de ser noticia cuando
Los aviones regresan para bombardear una casa con dos ventanas y una puerta.

El poeta Mahmoud Darwish vivió en exilio y murió en el exilio tal y como le ocurrió al profeta bíblico Moshé Rabenu, quien solo pudo conformarse con mirar y contemplar la tierra de Palestina de lejos antes de morir.

El ÚLTIMO TREN SE HA PARADO [xi]

El último tren se ha parado en el último andén, y nadie salva a las rosas.
 Ninguna paloma se posa en una mujer de palabras.
El tiempo se ha acabado. El poema no puede más que la espuma.
No creas a nuestros trenes, amor, no esperes a nadie en la muchedumbre.
El último tren se ha parado en el último andén, y nadie puede retornar a los narcisos
Rezagados en los espejos de la penumbra.
¿Dónde dejaré mi última descripción del cuerpo que en mí habita?
Todo ha terminado. ¿Dónde está lo que ha terminado? ¿Dónde vaciaré el país que en mí habita?
No creas a nuestros trenes, amor, las últimas palomas han volado, han volado,
y el último tren se ha parado en el último andén… y no hay nadie.

Su producción literaria fue extensa y reconocida a nivel mundial, entre de las que se encuentran traducidas al español se destacan: “La huella de la mariposa”. Diario (verano 2006-verano 2007), Traducción de Luz Gómez García, Valencia, Pre-Textos, 2013. “En presencia de la ausencia”, Prólogo de Jorge Gimeno, Traducción de Luz Gómez García, Valencia, Pre-Textos, 201. “Como la flor del almendro o allende”, Edición y traducción de Luz Gómez García, Valencia, Pre-Textos, 2009. “Poesía escogida (1966-2005)”, Edición y traducción de Luz Gómez García, Valencia, Pre-Textos, 2008. “Estado de sitio”, Edición y traducción de Luz Gómez García, Madrid, Cátedra, 2002. “El fénix mortal”, Edición y traducción de Luz Gómez García, Madrid, Cátedra, 2000. “El lecho de una extraña”, Traducción de María Luisa Prieto, Madrid, Hiperión, 2005. “Mural, Guadarrama”, Traducción de Rosa Isabel Martínez Lillo, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2003. “Menos rosas”, Traducción de María Luisa Prieto, Madrid, Hiperión, 2001. “Once astros”, Traducción y estudio introductorio por María Luisa Prieto, Agencia Española de Cooperación Internacional, 2000. “Memoria para el olvido”, Traducción de Manuel C. Feria García, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1997.

Fue galardonado con los premios: Prize for Cultural Freedom, de la Lannan Foundation (2001), Premio Príncipe Claus de Holanda (2004) y el Premio Lenin de la Paz (1980-82).

El poeta Darwish, en su oficio de escritor comprometido, logró impecablemente y sin caer en las afectaciones lingüísticas, plasmar la realidad circundante de su historia en su poética, despertando así estados de conciencia en la sociedad que nos conlleven hacia una buena acción: “Denunciar la crueldad de los malos y repudiar el silencio de los que se dicen buenos”. Cansado de la problemática que desde su infancia le tocó vivir, el símbolo cultural del pueblo palestino, redactó el 15 de noviembre de 1988 la Declaración de independencia para el pueblo palestino y al igual que el escritor judío Amos Oz, Darwish mantuvo su propuesta de dos estados, la que incluía el reconocimiento del pueblo judío (Israel) a existir en la región.

Tumba de Mahmud Darwish en Ramallah, Palestina.

El 9 de agosto de 2008, a los 67 años de edad, en Houston, Texas, Estados Unidos de Norte América, se apagó el candil de Mahmoud Darwish, pero su voz, la voz de los sufridos, de cada exiliado de su tierra permanecerá para siempre en su literatura, en su poética de combate.

Sobre el autor

[i]Lorica, Caribe colombiano 1972. Escritor, ensayista y poeta judío sefardí. Investigador de los estudios culturales. Miembro del Parlamento Internacional de Escritores de Colombia, de la Asociación de Escritores de la Costa; Coordinador regional del Parlamento Nacional de Escritores de Colombia. Miembro de la tertulia literaria “El Bocachico letrado”. Director Ejecutivo del Observatorio Cultural Manuel Zapata Olivella. Miembro honorario de Hispanic Heritage literatura Organization, “Mi Libro Hispano” de los Estados Unidos de Norte América. Adelantó estudios de licenciatura en educación y humanidades con énfasis en español e inglés en la Corporación Universitaria del Caribe. Se ha desempeñado como conferencista nacional de temas de literatura. Ha publicado los libros de prosa poética: “Voces desde mi exilio”. AMAZON. Carolina del Norte, USA. “Tiempo entre dos Aguas”. Ediciones Biblioteca de Autores Loriqueros, Bogotá. (2011). Y “El Otoño de Otoño” Poesía. Ediciones AD. Bogotá Colombia. (2001). Ensayos: “David Sánchez Juliao. Entre sus personajes literarios y la vida real” (2022). Una poesía llamada Raúl, “el poeta transgresor, pero no maldito” (2022). “judíos y árabes”, huellas de multiculturalidad regional, (2008). Artículos: “Diversidad cultural y globalización” (2003) y “Cultura política” (2003).

[ii] Prólogo de Abdellatif Laäbi a “Poesía palestina de combate”. Ed. Arte y literatura, la Habana, Cuba, 1976.

[iii] Darwish, M. Enamorado de Palestina. Pág. 68.

[iv] Enamorado de Palestina. Compilación de poemas de Mahmoud Darwish. Pág. 61.

[v] Darwish, M. Enamorado de Palestina.  Carta de Exilio, Fragmento. Pág. 35 estrofa V.

[vi] GONZÁLEZ MENDOZA, José Luis. Donde Habitan Los Exilios. “Donde Habitan Los Exilios”. Pág. 13.

[vii] Darwish, M. Enamorado de Palestina.  “Los ojos de los muertos en la puerta” Pág. 115.

[viii] Darwish, M. Enamorado de Palestina.  “Abraza a su Asesino” Pág. 17.

[ix] Darwish, M. Enamorado de Palestina.  “Un metro cuadrado en la cárcel”. (Fragmento) Pág. 196.

[x] Darwish, M. Enamorado de Palestina. “La niña/El grito”. Pág. 102.

[xi] Darwish, M. Menos Rosas. 1986. “El último Tren se ha Parado”.