Por Héctor M. Gutiérrez
Ernesto Sábato y los remanentes de la post-modernidad
La post-modernidad es un término que trata de delimitar la tendencia a desafiar aquellos principios de seudo seguridad y equilibrio que se proclamaban durante su «predecesora,» la llamada modernidad. Es un término que abraza el conjunto de ideas y teorías contradictorias que plantearon varios teóricos y pensadores a mediados de la pasada centuria. En una serie de tres artículos, Héctor Manuel Gutiérrez enfoca la repercusión de las sentencias y predicciones del renombrado escritor argentino Ernesto Sábato, tal y como lo reflejan los «vasos comunicantes» de sus novelas y ensayos, ante la inminencia de los hechos que moldean la neo-definición de la sociedad contemporánea de principios del siglo XXI. Este es el segundo de la serie.
La utopía como contraposición a la nociva modernidad
La primera actitud del hombre hacia la naturaleza fue de candoroso amor, como en San Francisco. Pero dice Max Scheler, amar y dominar son dos actitudes complementarias y a ese amor desinteresado y panteístico siguió el deseo de dominación, que había de caracterizar al hombre moderno. El hombre secularizado ––animal intrumentificum– lanza finalmente la máquina contra la naturaleza, para conquistarla. Pero dialécticamente ella terminará dominando a su creador.
Hombres y engranajes.
[dropcap size=small]U[/dropcap]n aspecto probablemente desatendido en la obra de Ernesto Sábato, es su aparentemente implícita capacidad para proyectarse como teórico literario. Hay evidencia, que iremos exponiendo a medida que nos adentremos en nuestro enfoque, de que Sábato está al tanto de las teorías literario/ideológicas que se platearon en la segunda mitad del pasado siglo. También mostraremos cómo Sábato utiliza algunos de sus aforismos con la intención de lograr una obra más completa y compleja. Esta suposición nuestra nace de los conceptos que moldean la intertextualidad sabatiana y que se manifiestan tanto en la narrativa como en el ensayo. En otras palabras, proponemos que en su obra podemos detectar antecedentes claramente enraizados en la teoría literaria contemporánea, particularmente la europea. Ciertos sectores afirman que en su obra se lee una actitud anti-estructuralista, en términos de codificación y de ubicación de su propia obra en una estricta categorización lingüística, como él mismo sugeriría (1963). Podríamos también aportar que a pesar de su afecto marxista, Sábato se opone al estructuralismo genético francés de Lucien Goldmann (1973). Sin embargo, dentro de su universo narrativo, como propone este último en su planteo, el autor utiliza el recurso del “héroe problemático” [Pablo Castel, Fernando Vidal Olmos] como elemento primordial en su proyecto narratológico. En el caso de Sábato, se le llama problemático porque sigue, y esto está confirmado en sus ensayos, los dictados de una mente angustiada, como ha señalado Debby Gómez-Rasadore[1]. Efectivamente, los achaques genuinos de la soledad, el aislamiento familiar y otras experiencias que nacen con sus propias circunstancias, necesariamente se proyectan como una especie de túnel existencial que con el tiempo se expande en su lucha por una salida. De manera que los fundamentos de la metáfora inicial de su primera novela mantienen su validez simbólica. Aquí cabe recordar algunas de las observaciones que expone Paula Chiara en su reciente tesis doctoral,[2] quien acertadamente subraya la importancia del dolor en la poética del autor, cuando dice:
El dolor se expresa en literatura a través de diversas imágenes, metáforas, símbolos que dan cuenta de la soledad del hombre, de su angustia existencial frente a la conciencia de la transitoriedad de la vida y el miedo a la muerte, la nostalgia frente al paso del tiempo, la búsqueda de absolutos y de una identidad que den sentido al vivir. (2)
Como vimos en los ejemplos, para llevar a cabo su empresa, Sábato se sumerge en el concepto de la novela total como espacio ficticio propicio para representar su visión de la realidad dentro de un contexto ético y estético; esto último logrado con un énfasis ex profeso hacia lo subjetivo, en clara oposición dialéctica al objetivismo marxista, visión a la que aún hoy en día se subscribe. Reiteramos que este esfuerzo creativo se complementa con el ensayo. Como detalle definidor, podemos también añadir que el autor se adhiere a aquellos planteos que consideran y emplean el concepto de la novela moderna como advenimiento lógico de pensamiento de lo que han dado por llamar “escritor comprometido”, un determinado tipo de creador que aborda la problemática de la crisis del hombre como eje fundamental de su discurso.
Entrando en materia, visitemos el discurso en su ensayo El escritor y sus fantasmas, por ejemplo. Allí, citando a Herbert Read, y desde su perspectiva de artista, Sábato cuestiona la calidad del arte realista dentro del plan sociológico soviético, en la intención socialista de eliminar el subjetivismo del creador a favor del mensaje social, contradiciendo así a Georg Lukács,[3] conocido abanderado de este acercamiento estético:
Al ignorar esta contradicción, al querer forzarla en una sola de las antinomias, el realismo socialista deja de ser dialéctico y vuelve a una especie de idealismo. Trata de imponer un objetivo intelectual y doctrinario al arte. Por otra parte, el propósito de llegar a las masas y de realizar propaganda tiene un resultado previsible: apenas se logra el arte del affiche, y de affiche en el peor sentido del naturalismo. (95)
Sábato y el autor citado concluyen que el arte bueno debe ser siempre una síntesis dialéctica de lo real y de lo irreal, de la razón y de la imaginación, con lo que se confirma el carácter dual, que ya habíamos anotado como elemento medular del planteo sabatiano. Manteniendo la naturaleza simbiótica de la narrativa como cómplice del ensayo en sus propósitos de autor, Sábato lleva este principio a la novela. No es el primero en hacerlo, ni es tampoco el primero en establecer una tipología literaria. Sin embargo es uno de los pocos que confirman su intención narrativa en el camino paralelo del ensayo, género que se convierte en una especie de extensión de los temas y subtemas elaborados en el mundo narrado, como ha sugerido Ángela Dellepiane. Aquí vale mencionar, por ejemplo, a Julia Kristeva y a Bajtin, quienes establecen una distinción entre la novela dialógica y la novela monológica. Por sus respectivas acumulaciones discursivas, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador se acomodan, de acuerdo con algunos analistas, dentro de la primera categoría, la cual según el creador de la dialogía, debía ser la condición básica de todo tipo de texto o palimpsesto.[4] En ese aspecto sería interesante referir esto último a la síntesis discursiva de las teorías de interpretación de la lectura con relación al debate de la Modernidad, en el contexto que apunta Iris M. Zavala (1991)[5] en su libro La posmodernidad y Mijail Bajtin:
Todo este clima intelectual apunta a la crisis del formalismo y posformalismo del este de Europa (ruso, checo, polaco), a la diseminación del laconismo y de la desconstruccción. En particular, el neo-freudianismo de Jacques Lacan ha influido en el desarrollo de las teorías psicoanalíticas actuales y en la incorporación de un vocabulario particular no sólo en la teoría y crítica literarias, sino también en la sociología la, politicología, filosofía, entre tantas otras disciplinas. (14)
Por las complejidades y connotaciones biográficas tan evidentes, no creemos difícil encajar las dos últimas novelas en casi todos los aspectos aquí referenciados, aspectos que trascienden la dimensión lingüística. Sin embargo, El túnel, contradiciendo quizás la misma intencionalidad creativa del autor, sugiere, como muy bien implica el título, un mundo cerrado donde no hay posibilidades de escuchar una segunda o tercera “voz”. Así lo describe de forma despectiva el intelectual Juan Isidro Jiménez-Grullón[6] en su acerbo enfoque titulado Anti-Sábato o Sábato: un escritor dominado por fantasmas (1968). Si bien el estudio de Jimenez-Grullón es totalmente desgarrador en cuanto que no perdona a Sábato en su alegada pseudo-erudición, el analista acierta en más de uno de sus puntos, dando por sentado, entre otras cosas, que en El escritor y sus fantasmas existe una “teoría de la novela”(10). Grosso modo, es justo agregar que la conceptualización de su imaginario narratológico se proyecta encuadrado en la constancia de una dicotomía eticista/esteticista. Quizás sería acertado asumir que la postura de Sábato la encontramos alineada al pensamiento existencial de Søren Aabye Kierkegaard,[7] en el sentido de que la intencionalidad del escritor argentino podría aspirar, aunque no de forma exclusiva, a la realización de cuatro puntos kierkegaardianos:
1] la realidad humana concebida en una permanente dialéctica que ha de reflejarse en todos los medios de expresión;
2] encañonamiento a resultados positivos en los planteamientos teóricos y metafísicos, tras asumir lo negativo como propulsor de la dialéctica;
3] establecer un móvil de superación fundamentado en el principio de algún tipo de creencia, no necesariamente religiosa;
4] utilización de lo negativo como estímulo de naturaleza contradictoria en base a una filosofía existencialista.
María Rosa Lojo (2005),[8] tiene muy en cuenta estos componentes, los empareja a la posibilidad de una teoría de la novela y estudia la viabilidad de situar a Ernesto Sábato en la Postmodernidad. Con este fin, y en su intento de ubicar al autor dentro de esa corriente, plantea, entre otras, las siguientes preguntas: “¿se inscribe, por su parte, el contexto latinoamericano a su obra en la misma postmodernidad sociohistórica y cultural que los países centrales y hegemónicos?, ¿cabe, incluso, utilizar el término ‘postmodernidad’ cuando nos referimos a Latinoamérica?”(123) La repuesta, si es que la hay, es tan compleja como el planteamiento mismo, admite la analista. Logo sugiere, por ejemplo, que hay elementos, particularmente de naturaleza económica, que definitivamente excluyen a Latinoamérica en este proceso revisionista. Por otro lado, de acuerdo al mismo análisis, sobran evidencias de un posible alineamiento de una sección significativa del pensamiento hispano dentro de la dimensión intelectual. Esto se ve mayormente en la literatura, siendo Sábato una muestra, a veces clara, otras oscura y casi siempre controversial en más de una dimensión.
A la luz de estos detalles, sin perder de vista el concepto de la utopía, primero en sentido general y luego de manera particular, visitemos el plano del debate postmodernista. Es el consenso general en las teorías que emergen con el llamado “final de la filosofía”[9] durante el siglo XX, que ya para el siglo XVIII, existía la visión de que la humanidad se encaminaba a una definitiva transformación medular. Al mencionar a Blake, Dostoievsky, Kierkergaard,[10] Sábato asocia estos nombres a una especie de intuición colectiva que bajo el impacto de las ideas ya maduras heredadas de la Ilustración y el Romanticismo, presagiaban la posibilidad de superación o salvación de una humanidad en peligro:
Porque, aunque embotados por los discursos, tambaleantes por los golpes, idiotizados por el mecanismo, talvez intuían algo en medio de las tinieblas, casi imperceptibles susurros les advertían que a pesar de todo eran libres o podían serlo alguna vez, que de cualquier modo no eran meros engranajes, que el ciego determinismo que rige para el universo material no regía totalmente para ellos.” (Apologías y rechazos, 128)
Y la actitud que estas mentes revolucionarias propagaban, se manifestaba en una verdadera euforia o un sentimiento de plenitud impulsado por el pensamiento de la época. El proyecto de la humanidad, basado en aquella visión, se preocuparía en seguir los arquetipos ideales que habrían de moldear la sociedad, desarrollando al individuo, pero al mismo tiempo controlándolo. Es aquí, deducimos, donde los que abogan por el efecto nefasto de la Modernidad estacionan la idea de la utopía como aspiración truncada. Ya se conocían los vaticinios de Francis Bacon[11]; la presencia de la religión había amainado en las exigencias del Estado; el ímpetu de las ciencias y las matemáticas con las ideas revolucionarias de Newton, Kepler, Galileo y Copérnico habían abierto las puertas a un mundo de mágicas posibilidades. El universo se sojuzgaba con el empeño utilitario del conocimiento adquirido por el hombre. Era el triunfo de la inteligencia sobre la naturaleza.
Hemos ya apuntado que Sábato, apoyado en la negatividad kierkegaardiana, ubica aquella inquietud del pensamiento en el Renacimiento. Aunque Jiménez-Grullón cuestiona esta reincidente peculiaridad del discurso sabatiano, aquí nos aventuramos a acreditarlo. A nuestro modo de ver, su planteamiento sí coincide con los postulados postmodernistas respecto a la génesis de la Modernidad. Por motivos específicos inherentes en su propia dialéctica, Sábato alude con frecuencia al efecto dañino de la razón, el elemento definidor por antonomasia, del período de la Ilustración, cuyos principios precipitaron los fundamentos antitéticos del Romanticismo decimonono. A grandes rasgos, el siglo XIX, impulsado primero por el idealismo romántico y más tarde por el positivismo, fue testigo de la misión casi colectiva de organizar una nueva sociedad. Hubo una preocupación de dimensiones sin precedentes: los conceptos cristianos se adaptaron de alguna forma a las inquietudes científicas y filosóficas que dominaban el acontecer social. De modo que se vio el avance de la sabiduría moderna, que se soliviantaba tras una mezcla de investigación y confirmación científica, abstracción filosófica y acomode supersticioso desde donde se gestaba una supuesta metamorfosis social. Primero, la revolución francesa alimentó los ideales de emancipación del individuo, la independencia y singularidad nacional. Más tarde la revolución industrial que formó una peculiar conciencia de masa con el proletario como protagonista o beneficiario, fue el común denominador que propició el desarrollo de nuevas ideas o el corolario de otras no tan nuevas.[12] Reformadores como Robert Owen (1771-1858) y Charles Fourier (1772-1837) contribuyeron con sus ideas de ayuda a los pobres el primero y cooperativismo el segundo, a la posibilidad de crear estados utópicos donde la intervención del gobierno en términos de dirección más que de coordinación, sería mínima.[13] Sin embargo, el efecto en la praxis era, comparado con las predestinaciones, admitidamente lento. La aparición del proletariado como natural consecuencia de la necesidad urbana de producir mercancía en grandes cantidades, evidenció la inevitable contraposición del llamado capitalismo burgués. Este dato es la base del desvelo intelectual que hizo posible la germinación y sistematización del Manifiesto Comunista de Marx y Engel[14].
Curiosamente, al final de su vida, Sábato continúa identificándose, aunque de manera cada vez menos aguda, con las ideas de Marx. La intensidad disminuye, como es natural, pues su obra no sólo ha perdido el ímpetu de la juventud, sino que el entorno que lo impulsó a viajar por tan disímiles campos ideológicos, para bien o para mal, también ha cambiado. Sin embargo, debatiblemente los conceptos de la Nada y el Caos, que se respiraban en su primer libro de ensayos, todavía se mantienen, aun en las situaciones más moderadas que le toca sobrellevar. Efectivamente, cuando reflexiona respecto a un alegado primer pacto humanista, todavía cita, por ejemplo, a Martin Buber, otra de las escondidas influencias en su visión del mundo. Simplificando un enorme y complejo sistema teórico, podríamos encontrar en Buber una verdadera deconstrucción del concepto del Mal en su posición binaria con respecto al Bien. Es nuestro parecer que Sábato, gracias a las peculiaridades de su propio agnosticismo, se siente cómodo ante el concepto buberiano de la no existencia de un “dios temible”, en contraposición a los fundamentos arcaicos de la religión judeo-cristiana.[15] El filósofo judío plantea, entre otras cosas que el Mal puede enfocarse fuera de los campos de la teología y la filosofía para adentrarse en las disciplinas de la antropología filosófica, la psicología, la nueva filosofía social, la ética y la política. En sus ensayos, Sábato parece estar consciente de esta nueva fase de la eterna dualidad.[16] Estos principios antitéticos parecen también estar presentes cuando Sábato aborda, a veces de manera histérica, el tema del “progreso” de la sociedad moderna. Ante la realidad del entorno, cuando esa misma realidad subraya la soledad del hombre en medio de los cambios que lo llevan a un final nefasto, dice Sábato, encausado en el sentido escatológico a que aludimos en nuestro trabajo:
El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación. Asistimos a una quiebra total. Guerras que unen la tradicional ferocidad a su inhumana mecanización, dictaduras totalitarias, enajenación del hombre, destrucción catastrófica de la naturaleza, neurosis colectiva e histeria generalizada, nos han abierto por fin los ojos para revelarnos la clase de monstruo que habíamos engendrado y criado orgullosamente. (Ídem, 129)
El tono grave y el estilo de numeración parecen describir una especie de epifanía apocalíptica. El tema escatológico se renueva cuando en sus libros recientes hace alusiones de naturaleza axiológica a la marginación del ser humano dentro de su propio entorno, como si buscase algún reconocimiento subliminal a sus vaticinios:
No podemos olvidar que en estos viejos tiempos, ya gastados en sus valores, hay quienes en nada creen, pero también hay multitudes de seres humanos que trabajan y siguen en la espera, como centinelas. Hoy como entonces, hay multitudes de personas que no pertenecen a esta civilización posmoderna, muchas parecen aún formar parte de las instituciones sociales, pero su alma está preñada de otros valores. (La resistencia 120-121)
De manera que, analizando los avatares del discurso sabatiano a través de la producción, desarrollo y trayectoria de su obra, vemos que la crisis personal ––la soledad, la inseguridad ante el mundo, el desvelo, la pasión ecuménica––, trasladadas al plano universal, continúan reflejando la naturaleza dual de sus propias inquisiciones. La crítica parece confirmarlo:
El examen del destino del ente humano y la pérdida de la sensibilidad y de sus emociones afectan la existencia y ahondan la añoranza de intercomunicación. Vivir la soledad, el anhelo de amor y de relaciones íntimas intensas son para Sábato su razón de ser, pese a la desilusión sobre las relaciones de seres aplastados por una realidad regida por la maldad, crueldad y debilidad humana. (Petrea 149)
Ya mencionábamos la existencia o la creación forzada de una crisis de la humanidad, o una crisis de la civilización, que provoca el comportamiento mismo del hombre. Y una vez más el autor insiste en señalar el impacto de la dependencia en la técnica y el abuso del hombre por el hombre:
Es el derrumbe de un universo producido por una ciencia tan ajena a los valores metafísicos como un triángulo o una bomba atómica. Porque la conquista del universo tuvo un precio y ese precio es la pérdida de todo anclaje numinoso, quedando así el ser humano a la deriva en un océano desconocido y sin valores absolutos. (Hombres y engranajes, 165)
La vida es sinónimo del hombre, como indican Berdyaeff y Sartre en sus bifurcaciones dentro de los parámetros del existencialismo. Concluyendo entonces, añadimos que las metáforas de Sábato constituyen un llamado desesperado a la conciencia y a la responsabilidad en un mundo creado en las entrañas de la Nada y que lleva a la Nada. En esta permanente dicotomía que da una terrible sensación de vértigo ante la percepción de la desdicha humana, se enclaustra el proyecto truncado de la Modernidad. El escritor, el hombre, en su camino hacia la Nada, apoyado en una humilde y engañosa esperanza, se auto exige una constante definición del derecho a la autenticidad y una recuperación del sentido de la historia:
Si cambia la mentalidad del hombre, el peligro que vivimos es paradójicamente una esperanza. Podremos recuperar esta casa que nos fue míticamente entregada. La historia es siempre novedosa. Por eso, a pesar de las desilusiones y frustraciones acumuladas, no hay motivo para descreer del valor de las gestas cotidianas. Aunque simples y modestas, son las que están generando una nueva narración de la historia, abriendo así un nuevo curso al torrente de la vida. (La resistencia 29)
La metafísica, aliada en las constantes incursiones ideológicas de Sábato, se mantiene en el discurso todavía inquisidor. Es un discurso que continúa siendo catapultado por la necesidad de acudir a la razón, al mismo tiempo que lo remolcan las emociones que piden y a la vez niegan aquella utopía que no se sabe quién prometió o inventó. Irónicamente, la realidad es que se utiliza la razón como basamento, a la vez que se pretende no hacerlo: admitidamente, otra fase de las contradicciones del autor. Algunas voces cuestionan si en realidad hubo algún planteamiento legítimo de esa utopía o no. Otras arguyen que el desbalance entre la magnitud del poder en la dirigencia gubernamental bajo la influencia de las grandes corporaciones en contraposición a las masas, es avasallador. Sólo el alcance del conocimiento, la consciencia de algún tipo de solución, podrá salvar al hombre:
Todo lo demás –la hipocresía tan difundida, la creencia en teorías falsas, de desánimo del pensar especulativo, el debilitamiento de la voluntad o su prematura desviación hacia actividades sin fin bajo la presión de la angustia–– constituye un síntoma de tal desproporción. Si la filosofía logra ayudar a los hombres reconocer estos factores, habrá hecho un gran servicio a la humanidad. (Horkheimer 195)
Las referencias nos permiten adentrarnos en aquellos renovados postulados que identifican las causas del desbalance. Con las alusiones podemos también reflexionar en la relevancia profunda de lo que originalmente Berdyaeff llamó cosificación del hombre, producto del imperio de la razón, el poder y el dinero. Quizás ese estadio desproporcionado será un obstáculo a la realización de aquel ideal que supuestamente se planteó. El esfuerzo intelectual por vencer la inminencia del desenlace, ha de ser crítico, irrealista e inútil, pero a la vez significativo, al menos desde una perspectiva axiológica. Veremos que si los principios esperanzados del escritor argentino se basan en los mismos supuestos a que hacemos mención, entonces no hay otra opción sino conceder que las posibilidades de realización del sueño utópico que ofreció la Modernidad o, lo que es lo mismo, las posibilidades de autosalvación en el propio Sábato, son cada día más remotas. Como consecuencia de este conflicto, salvando las distancias, digamos que encontramos una especie de paralelismo entre la lucha conceptual unamuniana y el lamento existencial de Sábato. Con esta aseveración se admite que apenas llegamos a las cercanías de la relevancia de la utopía en el complicado imaginario sabatiano. Sin embargo, frente al testamento literario de su lucha, y ante la confirmación de muchos de sus presagios, cabe decir que el escritor ha acertado de cierta forma en algunos de sus planteamientos y, curiosamente, no se da por vencido en su afán reivindicador, como veremos en el siguiente artículo.
[1] Ver su trabajo El héroe problemático en la narrativa de Ernesto Sábato (2001), que figura en nuestra lista bibliográfica.
[2] La escritura de Ernesto Sábato, (2007). Consúltese la bibliografía de nuestro enfoque.
[3] (1885-1971), filósofo y crítico húngaro marxista. Sobresale, entre otras cosas su obra de crítico literario. Fue teórico del arte, con frecuencia asociado al realismo con sentido histórico.
[4] La idea en el contexto moderno se asocia a Bajtin, en el sentido de que en los antiguos papiros se borraba el texto y se “reescribía sobre el antecesor del papiro, de ahí la connotación “dialógica” de la existencia de más de un texto. Léase La literatura a la segunda potencia de Gerard Genette para ejemplos de meta, intra, intertextos, etc.
[5] Zabala encuentra una “aparente convergencia” entre Bajtin y los postestructuralistas y los desconstruccionistas, en lo que respecta a la intencionalidad de perspectiva del lector y no al elemento antimetafísico, como el análisis de texto usualmente sugiere en su énfasis lingüístico.
[6] De hecho, Jiménez-Grullón llama esta novela “un portentoso monólogo”.
[7] Søren Aabye Kierkegaard (1813, d. 1855), había a su vez adoptado los elementos dialécticos de Georg Wilhelm Friedrich Hegel.
[8] “Modernidad, postmodernidad y transgresión en la estética sabatiana: Diseminación poética, derrota de la utopía, cuerpos que retornan”, en Sauter.
[9] Uno de los promotores de este giro es Martin Heidegger (1889-1976). Entendamos en la conceptualización heideggeriana una “plenificación”, más que una “cesación”.
[10] Se dice que el poeta William Blake, veía “grilletes forjados por la mente”, haciendo alusión, además de otros contextos, a la esclavitud de la “tecnología de la conducta”. Ver el libro de William Barret, The Illusion of Technique, 1979.
[11] Francis Bacon (1561-1626) como filósofo llevó a su La nueva Atlántida, algunas especulaciones que de algún modo sirvieron de modelo para la percepción de una sociedad casi perfecta de acuerdo al criterio de las nuevas corrientes filosóficas.
[12] Entre ellas se cuentan las de reconstrucción de Claude Henri de Rouvroy, comte de Saint-Simon (1760-1825).
[13] Aquí cabe mencionar a tres pensadores que contribuyeron de gran manera a la corriente filosófica predominante del siglo XX: Ludwig Wittgenstein (1889-1951), Martin Heidegger y Williams James (1842-1910). Esté último más bien perteneciente al siglo XIX, pero está estrechamente asociado con la línea ideológica de los primeros. Sábato hace frecuentes referencias a estos tres individuos. De Wittgenstein debemos recalcar su enfoque estrictamente analítico y sin embargo intuitivo. Debemos también acentuar que el escritor muestra gran afinidad con el existencialismo de Heidegger, mientras de James le atrae el contenido religioso de su planteo.
[14] El Manifiesto Comunista (1848) aboga entre otras cosas, por una sociedad sin clases.
[15] Ver su controversial libro I and Thou, 1970.
[16] En Apologías y rechazos, p.169, Sábato dice: “el heresiarca Fedor Dostoievsky afirmaba que Dios y el Demonio se disputan el alma del hombre, y que el campo de batalla es el propio corazón de esta pobre criatura trágicamente dual. Y en esa lucha no siempre triunfa el demonio, pues si el hombre es capaz de las peores atrocidades, también es capaz de alcanzar las cumbres del altruismo, como en un Albert Schweitzer y en un Padre Damián.”
LISTA DE REFERENCIAS
- Chiara, Paula (2007). La escritura de Ernesto Sabato: Un camino del dolor a la creación. Ph.D. dissertation, University of Minnesota, United States – Minnesota. Retrieved April 3, 2009, from Dissertations & Theses: A&I database. (Publication No. AAT 3268977).
- Dellepiane, Ángela B. Sabato: un analisis de su narrativa. Buenos Aires: Editorial Nova, 1970.
- Goldmann, Lucien. Sociología de la creación literaria. México: Fondo de cultura económica, 1971.
- Genette, Gerard. Nuevo discurso del relato. Madrid: Ediciones Cátedra, 2007.
- Gómez-Rasadore, Debby Ariadne (2001). El héroe problemático en la narrativa de Ernesto Sábato. Ph.D. dissertation, The University of Arizona, United States — Arizona. Retrieved April 3, 2009, from Dissertations & Theses: A&I database. (Publication No. AAT 3031378).
- Ricoeur, Paul. Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido. México: Siglo XXI, 2006.
- Sábato, Ernesto. Abaddón el exterminador. Barcelona: Seix Barral, 1992.
- Apologías y rechazos. Barcelona: Seix Barral, 1981. “Anotaciones sobre la crisis occidental y la desmitificación».
- Historia y diversidad de las culturas. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1984.
- Antes del fin.Barcelona: Seix Barral, 1999.
- Claves políticas. Buenos Aires: Rodolfo Alonso Editor, 1971.
- El escritor y sus fantasmas.Barcelona: Seix Barral, 1983.
- El túnel.Madrid: Ediciones Cátedra, 1979.
- España en los diarios de mi vejez. Buenos Aires: Seix Barral, 2004.
- Hombres y engranajes/Heterodoxia. Madrid: Alianza Editorial, 1980.
- Informe sobre ciegos: Edición de Marina Gálvez con un prefacio del Autor. Madrid: Anaya & MarioMuchnik, 1994.
- La cultura en la encrucijada nacional.Buenos aires: Editorial Sudamericana, 1976. La Resistencia.Barcelona: Seix Barral, 2000.
- La robotización del hombre y otras páginas. Buenos Aires Centro Editor de América Latina, 1981.
- Uno y el Universo. Barcelona: Seix Barral, 1982.
- Sábato oral. Mario Paoletti, ed. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1984.
- Sobre héroes y tumbas. Barcelona: Seix Barral, 1996.
- The writer in the catastrophe of our time. Translated by Asa Zatz.Tulsa, Oklahoma: Council Oak Books, 1986.
- Zavala, Iris M. La posmodernidad y Mijail Bajtin: una poética dialógica. Madrid: Espasa Calpe, 1991.
Sobre el autor:
La obra literaria de Héctor Manuel Gutiérrez, Miami, Florida, la forman, en buena parte, sus ensayos, aunque muchos de ellos permanecen inéditos. Ha realizado trabajos de investigación periodística y contribuido para revistas de arte y música tales como Latin Beat Magazine, Latino Stuff Review y Nagari. Ha sido reportero independiente para los servicios de “Enfoque Nacional”, “Panorama Hispano” y “Latin American News Service” en la cadena radial National Public Radio [NPR]. Por tres décadas se ha dedicado a la enseñanza del castellano. Funge como lector oficial y consultor de la división Exámenes de Colocación Avanzada en Literatura y Cultura Hispánicas en College Board. Cursó estudios de lenguas romances y música en City University of New York [CUNY]. Obtuvo su maestría en español y doctorado en filosofía y letras hispánicas de la Universidad Internacional de la Florida [FIU]