Primera Plana

Maida Watson y «El tema de la casa en la obra de cuatro escritoras panameñas del siglo XX»

Por Maida Watson, PhD.

Florida International University

Artículo publicado en la REVISTA Convivencia Año 1, N°1, 2014, 147-149 ISSN: 2313-7290.

Publicación en la Revista Literaria Poetas y Escritores Miami, autorizada por el autor.

Resumen

El tema de la casa aparece dentro de la literatura actual panameña en los poemarios de Marifeli Domínguez, Lucy Chau y Giovanna Benedetti y en las novelas de Gloria Guardia. Si la casa representa lo maternal y familiar en los poemas de Marifeli Domínguez, en Lucy Chau se trata de una casa invadida, mientras que en las novelas de Gloria Guardia la casa se identifica con cambios sociales y políticos de Panamá. Por su parte el poemario de Giovanna Benedetti nos muestra una casa mágica y misteriosa. El tema de la casa en Marifeli Domínguez se puede analizar desde la perspectiva de las teorías de Gaston Bachelard. Como en las novelas inglesas del siglo XIX, las casas de las novelas de Gloria Guardia son a la vez prisiones y refugio.

El tema de la casa aparece dentro de la literatura actual panameña en los poemarios de Marifeli Domínguez, Lucy Chau y Giovanna Benedetti y en las novelas de Gloria Guardia. Es el mismo que aparece en la literatura universal desde la época de los escritores griegos y romanos y también en la literatura latinoamericana, por ejemplo, en la novela Ifigenia de Teresa de la Parra situada en Venezuela en 1925 o en La casa de los espíritus de Isabel Allende que se desarrolla a lo largo de todo el siglo XX en Chile. Si la casa representa lo maternal y familiar en los poemas de Marifeli Domínguez, en Lucy Chau se trata de una casa invadida, rota, atacada, mientras que en las novelas de Gloria Guardia se identifica con la nación y los cambios sociales y políticos de Panamá en el siglo XX. Por su parte el poemario de Giovanna Benedetti, Entrada abierta a la mansión cerrada, nos la muestra un lugar misterioso, con numerosos cuartos, jardines y recintos.

La casa como recuerdo del pasado en Marifeli Domínguez

Marifeli Domínguez[1] nació en las provincias centrales de Panamá en 1960. Ha vivido en Penonomé (justamente dedica un poema inédito a esa tierra) y actualmente es profesora de español en la Universidad de Panamá en Coclé. Su vida y su poesía están íntimamente relacionadas con el lugar de su nacimiento, que se ha identificado en gran parte de la literatura panameña como el origen de la identificación de lo nacional y autóctono en contraste con la región canalera, de acuerdo con los numerosos artículos de Luis Pulido Ritter sobre este tema[2] . La casa para Marifeli Domínguez que aparece en 1995 en su poemario Los susurros de la casa[3] ; es un lugar nostálgico, que evoca el pasado y permite a la poeta hablar del amor y la importancia de los lazos familiares en diez poemas breves. La casa se materializa específicamente en el hogar paterno, concretamente en la casa rural en los llanos donde la familia, lo cotidiano, los olores del campo se mezclan y se vuelven sus presupuestos poéticos comunes.

El tema de la casa en Marifeli Domínguez se puede analizar desde la perspectiva de las teorías de Gaston Bachelard acerca de su función. Bachelard cree que la imaginación aumenta los valores de la realidad y que la casa sirve como una especie de atracción de imágenes concentradas a su alrededor, donde el pasado sobrevive en el interior de lo que se convierte en un símbolo (Bachelard 1965, 33): “Los recuerdos de las antiguas moradas se reviven como ensueños. Las moradas del pasado son en nosotros imperecederas” (Bachelard, 36). En un poemario inédito “Agenda para la añoranza,” la poeta precisa esta relación entre la casa y la memoria al ubicar la casa en un lugar específico en el preludio al poemario, el borde de un corral en un llano. Es el lugar idealizado de la literatura panameña, los llanos de las provincias centrales, y también la parte del microcosmos que crea la autora en su poema “Entre el llano y la montaña,” (Watson 2012, pp. 112-113), un lugar mítico que se encuentra, en sus palabras en el preludio a este poemario: “entre la niebla de la mañana y el humo del afrecho”. La poeta relaciona las partes de la casa con sus memorias familiares, y así en el portal trabaja su abuela:

En el portal
una prole inquieta hace fila para que la abuela ate sus hebras
con olores de cacao y chicharrón.

En otro de sus poemarios, Los susurros de la casa, la poesía también se relaciona con los recuerdos familiares. Es el canto a una forma de vida que se ha perdido, la de la vivienda familiar donde conviven varias generaciones. La poesía, escrita en verso libre, es en realidad una elegía a su abuela. El contraste entre vida y muerte se expresa con palabras referentes con el pasado recordado (prole, bullicio de la infancia, cantos infantiles), que contrastan con los eventos de la muerte del ser querido (hora de la partida, el tierno susurro, la ceniza). Bachelard ha dicho que la habitación y la casa son diagramas de psicología que guían a los escritores y a los poetas en el análisis de la intimidad (Bachelard, 70). En un poema titulado “Calizas” del poemario inédito Agenda para la añoranza, Marifeli Domínguez habla de la relación entre las blancas paredes y las cortinas que esconden el amor prohibido. La blanca pared es como “novia feliz como niña en estreno”, y está “saturada de secretos.” en tanto que las cortinas son “cortinas de besos que resguardan el amor furtivo.”

 

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María Feli Domínguez – Foto por Rene.

Las ventanas en Marifeli Domínguez y Lucy Chau

En los estudios de la función de las partes de la casa en la literatura las ventanas desempeñan un papel especial. María Teresa Zubiaurre en su libro El espacio en la novela realista: paisajes, miniaturas, perspectivas dice que la ventana sirve una función de mediador entre la esfera pública y el ámbito domestico, un eje donde se cruzan varios coordinados[4]. En algunos casos, como la novela Ifigenia de Teresa de la Parra, la ventana es una vitrina donde la protagonista, María Alonso, se sienta para que la puedan ver los posibles futuros maridos (De la Parra, 2008, 56-57). Alrededor de la ventana existe todo un ritual con sus accesorios que en este caso son la alfombrita y los cojines. En la ventana se “está”, se permanece y se hacen cosas. No es sólo un umbral que separa, sino que por el contrario es una vía de acceso limitado al espacio público.

En otros casos como en los poemas de Marifeli Domínguez y Lucy Chau, las ventanas están relacionadas con una constante en la realidad tropical de Panamá: la presencia de la lluvia durante más de nueve meses, que puede producir inundaciones. En su poema “La lluvia de la ventana”, de su poemario inédito Como si pudiéramos evitarlo[5] , Marifeli Domínguez nos presenta una lluvia dulce, que se ve a través de la ventana que permite participar en una experiencia feliz; es el objeto que nos muestra la felicidad del agua. La lluvia de Marifeli Domínguez es nostálgica. Como dice la poeta:

la música de la lluvia,
y la alegría del viento[6] .

Domínguez, Marifeli. “Como si pudiéramos evitarlo”. En: Watson. Historia viva de Panamá en los versos de 10 mujeres. Panamá: Editorial Fuga, 2012. p.108. 6

En otro de sus poemas “Para contemplar la lluvia” de su poemario Agenda para la añoranza, identifica la lluvia con la casa. La poeta la describe “vestida de lluvia” y subraya su papel como instrumento de protección, como dice Bachelard. (Bachelard 69) En este mismo poemario un poema titulado “Palabras de lluvia en diez fragmentos y una explicación” vuelve a tratar del complejo tema de la lluvia, esta vez como el comienzo de la tristeza, y añade: “la lluvia recuerda el desamor.” La dirección en la cual se ve la ventana, de adentro a afuera o de afuera a adentro, simboliza la libertad o el encarcelamiento. María Teresa Zubiaurre ha hablado de eso al subrayar la importancia de la perspectiva en las ventanas (Zubiaurre, 363) y se observa que. Marifeli Domínguez habla de esa función como instrumento para ver de adentro a afuera al hablar de la música del radio de su madre, que es “un encanto místico de la ventana a la calle” en su poema inédito “Sigilo” del poemario Agenda para la añoranza[7] .

En la poesía de Lucy Chau[8], a diferencia de Marifeli Domínguez, la lluvia es un instrumento de la muerte. Muestra la pobreza indefensa del campesino contra el poder del agua a través de símbolos como las ventanas de las casa inundadas. En su poema “Ventanas rotas” del poemario La virgen de la cueva dice:

Las ventanas no están rotas,
es solo que olvidamos cubrir los cristales
y ahora nos reclaman. Las ventanas no se han ido al carajo,
Al menos eso no han podido;
lo triste es que siguen allí,
como en revancha por lo visto.
Las ventanas no, son nuestros ojos los muertos,
mirando con sus venas hinchadas,
velando su final, como si nada.[9]

El tema de la casa en la obra de cuatro escritoras panameñas del siglo XX Aquí las ventanas de las casas inundadas y abandonadas se identifican con el efecto maligno de las lluvias y el abandono de las mismas por sus habitantes. Como dice la poeta, las ventanas son los ojos de los muertos y estas ventanas nos van a reclamar el haber olvidado a estos muertos. Las ventanas en las casas abandonadas pierden su función original como modo de mirar para afuera o para adentro y se vuelven símbolos de otro tipo de abandono, el de los pobres por el gobierno.

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Lucy Chau

Lucy Chau y la casa destrozada

Tal como Marifeli Domínguez, Lucy Chau utiliza el tema de la casa como eje principal en su poemario La casa rota. Es, sobre todo la casa como símbolo de raíces, el pasado, lo maternal y seguro, lo misterioso, lo femenino en contraste con el exterior masculino. Carlos Fuentes en su novela Aura, Julio Cortázar en sus cuentos, Federico García Lorca en su obra teatral La casa de Bernarda Alba y el dramaturgo René Marqués en Los soles truncos, usan la casa como símbolo esencial en sus obras. Como la ciudad o el templo, la casa, simbólicamente está situada en el centro del mundo; es la imagen del universo.

Lucy Chau presenta su casa como una casa invadida en su poema “La casa rota”, del poemario homónimo con el cual ganó en el año 2008 el Premio Nacional Ricardo Miró de Poesía. Es un trabajo que surge en la intimidad y en el descubrimiento de la estructura fundamental, que es la casa, pero vista en tres dimensiones: la casa como cuerpo, como hogar y como patria. Empieza el poema con los versos:

Sólo escuché silencios repetidos,
y un eco imitando mi voz dolida.

Abrí todas las puertas,
desperté las luces,
abrigué las sillas desnudas.

La casa representa el pasado al cual ella regresa después de un evento que ha sido trágico, quizás una muerte, al decir la poeta:

Dejé caer la casa
manos de avena, dulces, tibias, desechas—
dejé dormir las flores, [10]

En la obra de Lucy Chau existen otras casas, como la del poema “Estos edificios”, del mismo poemario, en el cual examina la existencia triste y desesperada de los ricos. Los edificios contienen apartamentos lujosos; en ellos la tristeza y la tragedia se encubren y no se dan a conocer. En contraste con los poemas de Marifeli Domínguez, Lucy Chau ubica aquí sus casas en la zona de tránsito, el área urbana azotada por los vaivenes de los cambios económicos que han eliminado el pasado nostálgico del interior. Son edificios “con olor a jazmín”:

en los que el perro viaja en ascensor y
la doméstica llora en la escalera

 Como dice la poeta:

En estos edificios desmembrados
de vida individual contemporánea,
de mínima expresión en el saludo,
de prístina mirada indiferente,
estos edificios de inconscientes
aquí se mata a palos la esperanza.[11]

En algunos de los poemas de Lucy Chau las casas ya no existen, las personas las han perdido como resultado de las lluvias intensas o de no tenerlas y vivir en la calle. Su poema “IndiGentes,” en el que juega en el título con la palabra gente que se encuentra en la palabra indigente, está dedicado a los seres que viven en la calle porque ya no tienen casas: a los mendigos o los pobres que no existen para los que pasan por su lado (Watson 2012, 72). De ellos la autora dice que:

Nadie sabe cuándo fue que murieron,
pero ya no están de cuerpo presente,
no son más que espantos que fingen dormir en las aceras.[12]

 

La casa misteriosa de Giovanna Benedetti

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Giovanna Benedetti

Para Giovanna Benedetti[13], conocida artista, ensayista y abogada, en su poemario Entrada abierta a la mansión cerrada, la casa es una casa mágica, oculta; un lugar donde se entra a través de laberintos y pasillos especiales. En la literatura hispana nos recuerda las de los cuentos de Cortázar y Borges, la de la literatura inglesa del siglo XIX The fall of the House of Usher. La casa de Giovanna Benedetti está dividida en muchas partes. La autora, artista plástica, explica que su inspiración para esta obra fue una idea arquitectónica . Nos dice: “Este es un libro que fue brotando de una idea seminal en principio gráfica. Yo empecé a dibujar en mi mente y luego concretamente las estancias y habitaciones de una gran mansión en la que cada recinto fuera un poema. El substratum es obviamente arquitectónico”[14]. Es una mansión cerrada que nos recuerda las casas señoriales de Buenos Aires o los castillos de Europa. Una casa misteriosa en la cual se tiene que pasar de una realidad a otra, de un espacio a otro. Aún los mismos títulos de los versos del poemario Entrada abierta a la mansión cerrada destacan los lugares en ella: uno se llama “Ático de la nostalgia”, otro “Habitación del vacío”, y otro más “Región de las cosas que ya no son”. (Watson 2012, 44) La autora describe el “Ático de la nostalgia” en relación con estos temas al decir:

En este ático sutil que es tentación
y gusto amargo.
Macerada vendimia
agridulce del recuerdo[15]

 

En uno de los poemas “pasadizo inalcanzable” de este mismo poemario, la autora manifiesta la influencia del laberinto de Borges. Benedetti cita los dos primeros versos del poema “Laberinto” de Borges al principio del poema “Umbral de los perplejos” cuando dice:

No habrá nunca una puerta.
Estás adentro[16].

El pasadizo está en la mansión cerrada, donde se tiene que pasar por un estrecho corredor (Watson, 2012, 56), que ella describe como:

Estrecho corredor que me persigues
hombro con hombro, huyendo siempre.
Hábito de soledad, prisión perfecta
entre un muro de cristal y otro de hierro.[17]

 

Este mundo borgiano del laberinto se ve a través de todo el poemario, como en el poema ya citado, “Ático de nostalgia”:

El ático es un mar
y como mar no tiene sitios.
No tiene esquinas ni paisajes
y sus figuras son revuelos.[18]

 

La mansión es un laberinto de cuartos. En “El desván de los ensueños”, nos dice: 

Es un sueño, lo sé
(pero es un laberinto…)
y hay balcones como cestas que se abren hacia adentro.
El pasadizo es prolijo y se bifurca lucífugo.
Es un vericueto de signos que se desdobla implicante
que se está ramificando abismático, ligero
en un vergel excéntrico borgiano y sin finito.[19]

 

Casa y nación en la obra de Gloria Guardia

Gloria Guardia

Como en las novelas inglesas del siglo XIX y en la novela Ifigenia de Teresa de la Parra, la casa colonial en el barrio antiguo de Panamá de la novela de Gloria Guardia[20], Jardín de las cenizas, refleja una sociedad que exige un alto nivel de conformidad. En la trilogía Maramargo compuesta por: El último juego, Lobos al anochecer, El jardín de las cenizas.” la casa representa el país, Panamá, un país que se encuentra en la encrucijada de su herencia hispana, su presente bajo el dominio norteamericano, y su posible futuro internacional. A través del cambio de viviendas de la familia patricia Garrido-Arosemena, primero en el Casco Viejo, el barrio colonial de San Felipe, en 1902, 1926 y 1999, luego en los barrios de Bella Vista en 1955; y, finalmente, en 1976 en el barrio de Obarrio, se van delineando los parámetros de la identidad nacional del país por medio de la identificación de las casas con la historía de la familia y con la historía de Panamá. Esta relación de la familia con la historia del país se hace evidente particularmente en el personaje de Elvira en la tercera novela de la trilogía, El jardín de las cenizas, cuando dice: “la trayectoria de nuestra familia, para bien o para mal, desde hace rato es asunto público y forma parte de los sueños y fracasos, de los éxitos y descalabros, de las arengas y de los anecdotarios que pueblan los anales del país” (Guardia, 2011, p. 426).

En El último juego, la primera novela de la trilogía, publicada originalmente en 1977, más recientemente en 2009, y ubicada en un momento histórico de esa época, la casa es la residencia de Tito Garrido, el negociador del tratado entre Panamá y los Estados Unidos para la entrega del Canal. Es una elegante casa descrita por los periódicos panameños en la novela como “la vivienda, situada en la lujosa Urbanización Obarrio” de la ciudad de Panamá que ha sido invadida por un grupo guerrillero llamado el Comando Urracá (Guardia, 2009, p.43). En esta novela la amante de Tito, Mariana, una mujer de clase alta, muere asesinada accidentalmente por una bala que dispara uno de los guerrilleros. Estos representan “el otro,” la plebe que acosa a Tito Garrido y pone en peligro su estilo de vida: carro elegante, ropa cara y, sobre todo, la casa donde él ofrece una fiesta al embajador norteamericano. El mundo de los guerrilleros invade el mundo cerrado de la casa de Tito y termina matando a su amante.

La relación del protagonista de El último juego, Tito Garrido, con dos de las casas, la del barrio Obarrio y la del barrio Bella Vista, es subrayada cuando el narrador dice que los 38 años de Tito habían transcurrido “sin pena ni gloria entre un par de casas en Bella Vista y en Obarrio,” y que estos años habían sido “descomunalmente monótonos” (Guardia. 2009, p.14). Por otra parte, Tito describe el cuarto de su madre en la casa de Bella Vista como ese “cuarto cómodo, de cortinas blancas de hilo donde muy pocas veces entraba mi padre” (Guardia, 2009, p.118). Cuando Tito regresa a su casa en Obarrio después de que los guerrilleros la han abandonado, describe su propia habitación, decorada por su esposa Queta como de un estilo similar a la de sus padres (Guardia, 2009, p.150).

Las terrazas, el área alrededor de las piscinas y los jardines sirven en estas casas no sólo como un lugar para refugiarse del intenso calor, sino como un lugar intermedio entre su interior, donde reinan las reglas de la sociedad jerárquica y patriarcal, y el mundo de afuera, donde se encuentra la libertad pero también el peligro. En El último juego Tito Garrido se enamora de Mariana en la terraza de una casa adonde ella lo lleva; y donde, “entre el asombro de las luces de la ciudad y la brisa suave de la bahía, se encendió, Mariana, entre ambos el chispazo” (Guardia,2009 p.22). Es en una terraza donde el padre de Queta ofrece un brindis y Tito se da cuenta de que no puede integrarse a esa familia tan vulgar que es ahora suya como resultado de su matrimonio de conveniencia con Queta (Guardia, 2009, p. 85). Ana Lorena, en Lobos al anochecer, segunda novela de la trilogía, se encuentra con su familia alrededor de la piscina, donde busca refugio en lo cotidiano y las rutinas familiares. El comedor de la casa da directamente a una terraza que bordea la piscina, (Guardia, 2006, p. 178) y ella busca en la piscina el modo de escaparse de sus problemas, zambulléndose en el agua. En esta novela la terraza del prestigioso Club Unión sirve como escenario donde Willie Fernández se encuentra con Federico, el hermano de Ana Lorena, para conspirar sobre el asesinato del Presidente de Panamá José Remón Cantera; y Willie también organiza su presencia en esta terraza para que otra gente lo vea y así poder defenderse por si alguien lo acusa de estar en el lugar del asesinato.

En la trilogía las casas reflejan las personalidades de los dueños, al igual que las casas en las novelas inglesas del siglo XIX (Berglund, 1993, 33). En El último juego Tito describe la casa de un español nuevo rico: “aquella era una casa ¡contra! me entra rubor, incluso, al recordarlo, era eso: un caserón sin vida, sin luz, ni esperanza, digo, un mausoleo comprado- con- mi- propio- esfuerzo” (Guardia, 2009, p.20). Mariana, huérfana de padre y madre, vivía con su abuela y sus dos tías solteronas en una casa grande descrita “como una cueva de soledad que es como decir, en una soledad sin fondo” (Guardia, 2009, p.59). Cuando muere la abuela, las tías se mudan de Bella Vista sin despedirse de nadie a una casa en otro barrio, El Cangrejo, “con techos y techitos y decenas de habitaciones oscuras donde solo las criadas entraban una vez al día y eso “únicamente para asearlas”, y es ahí donde Mariana descubre su “inmensa, su ilimitada soledad” (Guardia, 2009, p.76). En Lobos al anochecer la casa es una residencia en el barrio de Bella Vista, que el ingeniero norteamericano Roy Hebard había urbanizado a varios kilómetros de distancia del Casco Viejo entre las calles 45 y 46 (Guardia, 2006, p.240). Ya los habitantes de la élite panameña se han mudado del Barrio de San Felipe, también conocido como el Casco Viejo, pero limitado en espacio a un lugar para 300 familias y rodeado de murallas (Castillero, 1999, pp. 143-169). En esta misma novela se describe la casa de la familia Arias, donde vive Harmodio Arias, el hermano del caudillo Arnulfo Arias, a menudo mencionado en la novela como parte del movimiento Acción Comunal, y enemigo mortal de los Garrido Arosemena. En contraste con la casa señorial de los Garrido Arosemena, la casa de Harmodio es retratada como “una construcción de madera, de dos plantas, muy cómoda, pero sin ostentaciones de ninguna índole” (Guardia, 2006, p.240).

La casa de Bella Vista, igual que la casa señorial en El jardín de las cenizas, representa una prisión para Ana Lorena al simbolizar la estructura social que la controla y que representa un mundo machista que la obliga a formar parte de dos relaciones muy diferentes. El apasionado e imposible romance que vivió con Willie Fernández, el playboy de la novela, es una relación de desiguales, caracterizada por el poder que ejerce Willie sobre ella y el desdén que le demuestra. Su matrimonio con Ernesto O’Shay, el militar argentino que conoce después de que Willie Fernández la abandona por otra mujer, es un modo de escapar de esa prisión. Pero es El jardín de las cenizas donde la casa juega un papel protagonista. Como en las novelas góticas, aquí la casa deja de ser un ente pasivo como en las otras dos novelas. Se trata de una casa señorial construida en el Casco Viejo a principios del siglo XX y dos años antes de que Panamá se independizara de Colombia (Guardia, 2011, p.17), relacionando así la casa con la naciente república panameña y también con el matrimonio Garrido Arosemena. En la novela la casa señorial es retratada como una “casa blanca de tres plantas con balcón francés, espléndida herrería, techo empinado con vertientes quebradas y buhardilla que a los vecinos de San Felipe les había parecido demasiado grande y lujosa para lo que se acostumbraba en los predios de la antigua ciudad amurallada” (Guardia, 2011, p.36). Esta casa señorial es muy distinta a las casas que construye la Compañía del Canal para sus trabajadores durante esta misma época. En el momento de la entrega del Canal a Panamá en 1999 la cámara de televisión se concentra en los barrios para los asalariados de la Compañía y para los militares encargados de la seguridad del sitio, barrios construidos durante esos años por la misma Compañía. En la novela se ven las “casas uniformes que varían en tamaño según el rango de sus dueños”, que contrastan con las viviendas construidas para los “obreros y maestros” panameños, y sobre todo con las habitaciones de los pobres en Panamá (Guardia, 2011, p.21).

La relación entre Tito Garrido, su esposa Queta y su amante Mariana está reflejada en la decoración de las casas en el barrio de Obarrio. Tito se enamora de Mariana en un lujoso condominio, decorado elegantemente por Mariana y su prima Teresa. El baño de visitas está arreglado “con un gusto exquisito: flores, toallas amarillas, perfumes variados, alfombra color naranja” (Guardia, 2006, p.19). Cuando los guerrilleros invaden la casa de Tito, él la describe como “una ratonera… una trampa de ratones” (Guardia, 2009, p. 75). La casa está invadida por el mundo exterior y Tito recuerda que la casa “estaba hecha un asco, hecha una sola trinchera de sillones, cojines y alfombras” (Guardia, 2009, p. 104). La casa ha sido cubierta con las consignas de los guerrilleros: “y la guerrillera pegando papeletas, empapelando la sala, el corredor, la salita de recibo donde te tenían a ti Mariana” (Guardia, 2009, p 140). En la trilogía Maramargo el cuidado de la casa está asignado a las mujeres, de acuerdo con el papel que les ha tocado tradicionalmente. Las mujeres de la clase alta son educadas según las reglas del Manual de urbanidad y buenas maneras de Carreño (Guardia, 2011, p. 31). Elvira describe a su madre como una persona a quien habían criado para la vocación doméstica: “Lo suyo era la casa: dirigirla, mantenerla en orden, que luciera impecable hasta en los momentos más difíciles por los que atravesamos en el siglo XX.” (Guardia, 2011, p. 59) También, cuando le regala una casa de muñecas a Elvira, la esposa del ingeniero norteamericano Goethals le dice: “Cuida de ella con el mismo esmero con que tu madre supervisa la conducción y los deberes de la casa grande” (Guardia, 2011, p.30). Esta relación entre la casa señorial del barrio colonial y la vida de la mujer de la élite la subraya Elvira cuando recuerda que “a fin de cuentas, mi vida había transcurrido de las puertas de esta misma casa para adentro. Pese a las temporadas que pasé en Europa, siempre llevé conmigo las máximas inculcadas por mis padres que eran, ni más ni menos, un calco de las que escribiera para sus hijas el prócer José Agustín Arango. Eran las normas de conducta de nuestro patriciado.” (Guardia, 2011, p.55). Pero es también dentro de las casas que dos mujeres protagonistas, Elvira y Ana Lorena, se descubren y maduran como personas. En Lobos al anochecer Ana Lorena experimenta esta fase de concientización al llegar a la casa de sus padres en Bella Vista, donde se aloja a raíz del asesinato del Presidente Remón, y donde le pide el divorcio a su primer esposo, el militar argentino. De nuevo aquí la presencia del agua en la casa de Bella Vista remite a la búsqueda de su identidad como mujer.

 La casa de Bella Vista se caracteriza por el hecho de tener una piscina, que sirve para que sus habitantes puedan protegerse contra el calor sofocante de Panamá. En 1955 no abundaban las piscinas en casas particulares en Panamá y la piscina funciona como un símbolo de la independencia económica de la familia de Ana Lorena. Al mismo tiempo, el agua es una metáfora del deseo de Ana Lorena de liberarse de las fuerzas sociales que la oprimen, tanto dentro de la alta sociedad panameña como dentro de la estructura patriarcal de su matrimonio con un militar. Esta paradoja de sentirse a la vez protegida y prisionera la expresa Ana Lorena al salir de la iglesia donde ha ido a rezar los rosarios obligatorios después de la muerte del presidente Remón: “En este momento salimos de la iglesia; como la mayoría de los fieles, nos reunimos con familiares y amigos en el atrio. La sensación del reencuentro con rostros que conozco desde niña es la misma de otros años: me siento resguardada y, al mismo tiempo, acorralada” (Guardia, 2006, p.132). Las casas de Bella Vista y del Casco Viejo de las novelas de Gloria Guardia son prisiones para las mujeres, pero también les proporcionan el espacio y la seguridad para el reconocimiento de su libertad y su independencia. Sin la seguridad de una casa, de un espacio privado, las mujeres no tienen la libertad para existir sin exponerse a la hostilidad y los riesgos del mundo exterior. Marifeli Domínguez, Lucy Chau y Giovanna Benedetti también utilizan el símbolo de la casa pero de modos muy diferentes a Guardia. Domínguez crea una casa donde su pasado se vuelve presente, donde la casa como símbolo condensa la nostalgia en una concha bachelardiana. Lucy Chau nos presenta casas destruidas, o por el ataque urbano del mundo del transistmo o por la naturaleza de las lluvias feroces del mundo tropical y Giovanna Benedetti usa el símbolo de la casa como una creación arquitectónica, un mundo poético surrealista e imaginado.

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Referencias

[1] 1 Además de compartir el hecho de ser educadora con otras conocidas poetas femeninas que la ha antecedido, como Elsie Alvarado de Ricord, Marifeli Domínguez es ensayista, poeta y autora de cuentos. Ha publicado los poemarios Poemas (DEXA, Universidad de Panamá, 1986) y Los susurros de la casa (Editorial Universitaria, 1995), así como una colección de ensayos: De la literatura y otras complejidades (INAC, 1995). Ha ganado el Premio Pablo Neruda, organizado por la Escuela de Español de la Universidad de Panamá en la sección cuento en 1980, con los cuentos reunidos bajo el título Oquedades y en 1992 ganó el Primer Premio del Concurso de Poesía Gustavo Batista Cedeño con el libro Los Presagios Necesarios.

[2] Los artículos de Luis Pulido Ritter estudian el tema de la literatura rural de Panamá en contraste con el tema de la literatura de la zona canalera en relación con la sociología de la literatura panameña. Véase la lista de obras citadas para sus artículos sobre este tema.

[3] Domínguez, Marifeli. “Los susurros de la casa.” En: Watson. Historia viva de Panamá en los versos de 10 mujeres. Panamá: Editorial Fuga, 2012. p. 95. El tema de la casa en la obra de cuatro escritoras panameñas del siglo XX 15

[4]  Zubiaurre, María Teresa El espacio en la novela realista. Paisaje, miniaturas, perspectivas. México: Fondo de Cultura Económica, 2000. pp.359-360.

[5] 5 Domínguez, Marifeli. “Como si pudiéramos evitarlo”. En: Watson. Historia viva de Panamá en los versos de 10 mujeres. Panamá: Editorial Fuga, 2012. p.108.

[6] Op.cit., pp. 108-109 16

[7] Domínguez, Marifeli. “Agenda para la añoranza”, inédito.

[8]  Lucy Cristina Chau es escritora y activista. Egresada de la Universidad de Panamá como licenciada en Humanidades con especialización en inglés, es intérprete oficial autorizada (inglés-español) y cantó como solista y coros en el disco Vida de perros, de la agrupación panameña Trópico de Cáncer. Aunque también es autora de cuentos (ha publicado De la puerta hacia adentro, Universidad Tecnológica de Panamá, 2011), es más conocida como poeta. Sus poemarios La virgen de la cueva (Instituto Nacional de Cultura, 2007) y La casa rota (Instituto Nacional de la Cultura, 2009), así como el poema “IndiGentes” (de edición independiente, 2007) son sus obras poéticas más conocidas. Obtuvo el Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2009-2010 en la categoría Cuento, el Premio Ricardo Miró 2008 en la sección Poesía.

[9] Chau, Lucy “Ventanas rotas”, La virgen de la cueva. Panamá: INAC, 2007, p.81.

[10] Chau, Lucy. “Casa Rota”, La casa rota. Panamá: INAC, 2009, p. 11.

[11]  Idem. “Estos edificios”, P. 16.

[12]  Chau, Lucy. “indigentes” En: Watson, Historia viva de Panamá en los versos de 10 mujeres. Panamá: Editorial Fuga, 2012, p. 72.

[13] Giovanna Benedetti ha recorrido narrativa, teatro, ensayo y poesía. En su poemario titulado Entonces, ahora y luego, la autora trata a través del estudio del pasado de Panamá de descubrir las claves del significado de América. Ha recibido el premio Ricardo Miró 5 veces: La lluvia sobre el fuego (cuentos, 1981). El sótano dos de la cultura (ensayo, 1984), Entonces, ahora y luego (poesía, 1992), Entrada abierta a la mansión cerrada (poesía.2005), Música para las fieras (poesía, 2013).También ha ganado el Premio Internacional de Periodismo José Martí en la Habana, Cuba (1991) y dos veces el Premio Samuel Lewis por los ensayos: El camino de los andantes: Bolívar y Don Quijote (1997) y Las claves de Lorca (1998).

[14] Correo electrónico de Benedetti a Watson enviado el 11/1/2014.

[15] Benedetti, Giovanna. “Ático de la nostalgia”, Entrada abierta a la mansión cerrada. Panamá: INAC, 2006, p. 11

[16] Borges, Jorge Luis. “Laberinto”, Elogio de la sombra. Obras completas vol II. Buenos Aires: Emecé. 1989, p. 364

[17] Benedetti, Giovanna. “Estrecho corredor”, Entrada abierta a la mansión cerrada. Panamá: INAC, 2006. P.47.

[18] Idem. “Ático de la nostalgia”. p.12.

[19]  Idem. “Ático de la nostalgia”. p.12.

[20] La obra de Gloria Guardia incluye novelas, relatos, ensayos, estudios críticos, entrevistas y monografías. En 1961 obtiene la Medalla de Oro de la Sociedad de Escritores Españoles e Iberoamericanos (Tiniebla blanca, Madrid, 1961) y cinco años más tarde, en 1966, recibe el Nacional de Literatura “Ricardo Miró” en la sección de ensayo (Orígenes del Modernismo) y de novela (Despertar sin raíces) Con la publicación en 1977 de una tercera novela, El último juego, que le merece el Premio Centroamericano de Novela (EDUCA). Desde 1995 forma parte del Archivo de Voces de la Biblioteca del Congreso de Washington, y a partir de 1999, se integra a la Comisión de Lingüística, de la Academia Colombiana de la Lengua. En 2006, el PEN Internacional, la más antigua y prestigiosa sociedad mundial de escritores con sede en Londres, la elige, conjuntamente con Toni Morrison y John Coetzee, Vicepresidente Mundial de esa organización. Al año siguiente, la Fundación Rockefeller la distingue como novelista residente del Bellagio Study and Conference Center, en el Lago Como, Italia.


Maida Watson fotoSobre la autora

La Doctora Maida Watson ha sido presidenta del departamento de Lenguas Extranjeras durante los años 1994-1997 y 2002-2005. Actualmente es profesora de español en la Facultad de Artes y Ciencias de Florida International University en Miami, Florida. Desde el 2002 ha organizado y coordinado seminarios de verano en Ávila, España para profesores universitarios con el tema “Enseñanza de español en los negocios para profesores universitarios.” Ha obtenido y administrado más de $200,000 en becas implicadas en estudios especializados en lenguas extranjeras en las áreas de español, francés, portugués, ruso y japonés. También ha recibido varias becas de la Fulbright-Hays, la American Philosophical Society, la National Endowment for the Humanities y la Kauffman Foundation for Entrepreneurship.

La Doctora Watson es autora de más de 35 artículos publicados en revistas especializadas tales como Revista Iberoamericana, La Bilingual Review/Press, Confluencia, The Adult Basic Foundation TESOL Handbook y Dictionary of Literary Biography, Antípodas, Revista Casa Museo Ricardo Palma, The Latin American Theater Review, Ideas, A Distancia, Revista de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Voces de América, Cahiers ALHIM, Revista Cayey, La República de papel, CUALLI.

La Doctora Watson además ha publicado siete libros/antologías en el área de la literatura peruana del siglo XIX, literatura panameña y teatro latinoamericano.