Murmullos del tiempo
Por Ana Cristina Henríquez
1. El ascenso
Lo oí decir
desde la tumba
fue un murmullo solo
apenas pude reconocer mi nombre
mencionado
a lo lejos
imperceptible
entre la gritería del casino
lo oí decir
lo dijeron
esos dos jugadores del destino
siempre decidiendo
apostándonos la suerte
sin dar la cara
explayando sus imprudentes sombras
reconocidas
a veces por el trasluz
malqueridos y respetados por todos
protegidos
por nuestra continua incertidumbre
azarosos sobre la ruleta
cortejando a la vida
severos siempre sobre los números
a todas horas
astutos
insistentes a través de los siglos
calculando el fin de la muerte
uno por uno
turno por turno
no había salida
ni rebelión posible
algunos
hace mucho lo intentaron
de ellos
se conoce poco
yacen más abajo de la muerte
donde no existe la nada
ni el vacío
ni el silencio
no quedan cenizas
ni fosas
o flores sobre sus tumbas
mucho menos
pueden reconocerse en la muerte
entre la tierra
formando parte de ella
esperando el momento
de estar muerto
al menos
la mitad del tiempo
disponible para la vida
es decir
la muerte
para quienes el ascenso
no es más que morir
después de la vida
en la sombra
sobre la tumba
mascando las yerbas del lugar
confiados inescrupulosos
recostados unos en los otros
esperando el turno
ya recuerdo
era el mío
no había duda
el número 25
lo escuché entre las voces
era mi despedida
hora de empacar
recoger los sueños
esparcidos por los años
guardarlos
y comenzar el ascenso
hacia la luz
un mundo no más hermoso
diferente
las cosas tienen nombre
se les ve ir y venir
lentas o presurosas
pero en movimiento
nada de tanteos o telepatías
algo sorprendente
ciertamente
debo recoger mis cenizas
ordenarlas
hacer de ellas
un orden lógico
reconocible en la luz
a ver a ver
esta tumba tan descuidada
siempre inconclusa
“esta fosa está clausurada”
reza el letrero
para los recién llegados
tan detallistas
seguros de que todo ha terminado
cuando comienza la espera
la antesala para subir
sí, ya me acordé
debo empacar
ir hacia la vida
después de la muerte
conocer la penumbra
para reconocer la luz
estas paredes tan sucias
tantos años de musgo
esperando el momento
decidido por esas dos figuras
inconmovibles
alrededor de su gigantesca ruleta
siempre dando vueltas
número cinco a subir
un niño para la luz
sin duda
seré una cincuentona
no está mal
ya sabes
cincuenta años para todo
pues sí
ya me voy
desde ya corre el tiempo
hasta luego no los olvidaré adiós
les hablaré desde arriba
adiós
adiós
2. La parturienta
Caballooo
caballooo
aquí estoy
caballooo
sé que guardas
con tu galope
todos los cementerios
abre mi lápida
apresúrate
debo nacer
atraviesa pronto esos campos
te espero en mis gritos
tan abajo
caballo percherón
recógeme
hazme tuya
tómame en tu galope
retira esta piedra plana
carcomida por el tiempo
ya llegas
tan alazán
tan color tierra
nacido de ella
con dientes apretados
blanquecinos
como tu crin
como tus ojos
que miran de frente
buscándome
ta pa tam tam
oigo tus esfuerzos
por descubrirme
tómame
mientras me hago cada vez más pequeña
enredada en tus cabellos corriendo
hacia donde está mi madre la parturienta
la muerte
que habita en la tierra
donde todos los caminos son de pasto
muy verdes
para tu caminar
para mi nacimiento
en La Casa de Piedra
donde habita mi madre
rodeada de intensos azules
rojos
púrpuras
construida por el viento
a deshoras
voy a nacer de su vientre
y de mi padre caballo
en cualquier hospital
no construido
en el justo instante
cuando el tiempo se detiene
mi llanto despertará
todos los sueños
la muerte
trae una hija
como todas
capaz de ser bautizada
comulgada
luego casada
con blancos encajes
capaz de acunar
entre sus brazos
una muñeca
claro
de triste mirada
de brazos de trapo
de cara
piernas de trapo
frágil y distraída
tanto
que ahora no recuerda
su vida
desde la muerte
Créditos de la fotografía: Ana Cristina Henríquez