Columnas

Un escritor entre las redes

Por Pilar Vélez

El pasado 13 de junio, en esta esquina multicultural de los Estados Unidos también se conmemoró “El día del escritor”, aunque sin pena ni gloria, en mi opinión, al menos en lo que respecta a las redes sociales y a los medios de comunicación. De momento daría la impresión de que estos parecen haber olvidado la existencia del vasto gremio literario y que muchas de sus grandes producciones deben su existencia gracias a las creaciones literarias de quienes se dedican a este noble oficio.

Durante los últimos años, debido a la publicación de dos libros y otros cinco como coautora, he recibido muchos mensajes de felicitaciones en esta memorable fecha, en su mayoría provenientes de colegas y amigos cercanos; no obstante, algo extraño sucedió esta vez: un temible silencio incluso en el mismo gremio.  De mi parte, dejé a medio terminar la tarjeta que iba a enviar a varios de mis amigos, pues las palabras simplemente no fluían. «Queridos amigos, en este día tan especial para quienes ponemos el alma en este oficio, quiero desearles… no… mejor… Quiero felicitarlos por…» Lo cierto es que me quedé atascada entre los clichés, y las palabras generaron más de una pregunta: ¿felicitarnos por escribir? Si para muchas personas, lo que hacemos es tildado, y lo peor: tratado como un pasatiempo fútil, como si fuera lo mismo que salir a pescar, a jugar tenis o una actividad recreativa del día domingo. No sé si es por lo austero del sector o porque la mayoría de los escritores (y artistas en general), deben emplearse en varios trabajos para poder sobrevivir y seguir adelante con su oficio artístico, muchas personas entienden que se trata de un hobby y no de un oficio mal remunerado.

Social Networks3A pesar de que muchos escritores prefieren no hablar de estos temas, por decoro, considero que bien vale pena exponerlos a la luz y generar algún tipo de debate.  El lector no imagina las cientos o miles de horas que se invirtieron para completar la obra que tiene en sus manos; así como tampoco imagina que de lo invertido para publicar el libro, el autor recibirá solo el 10%, si acaso, a los tres o seis meses de haberse originado la venta.  Lo peor de todo, es que no es sólo el 10% de regalía o derechos de autor lo que le afecta a nuestro gremio, sino la piratería. Hoy más que nunca se hace casi imposible controlar la proliferación de copias ilegales y la distribución electrónica de libros que aparecen con anuncios  de «Descargue gratis sus libros», en muchas páginas Web. Hecho que sin duda, es una falta de respeto hacia nuestra profesión y costumbre de una sociedad que no respeta los derechos de los creadores. En cuanto al Internet, se trata de un problema dantesco, que viene arrastrando desde sus inicios.

Inmersa en la tarea de escribir la antes mencionada tarjeta, me surgieron varias inquietudes: ¿debemos felicitarnos porque escribimos? Uno suele felicitar a alguien, cuando ha logrado algo que ha requerido esfuerzo o avance, en el caso de los escritores más allá de los premios o la parte monetaria, la gran satisfacción es cuando nos leen y nuestras obras generan diálogo y pensamiento crítico o sano entretenimiento. Es decir, que en esta perspectiva para poder felicitarnos, necesitamos una audiencia de lectores, porque si se tratará del mero hecho de escribir, en realidad cualquiera puede hacerlo.

Lo cierto es que sin lectores se desvirtúa el esfuerzo, aunque logremos satisfacer el ego. ¿Y a quién le importa si escribimos o no? He tenido varios amigos escritores que sufren penosamente al no poder cumplir con la fecha de publicación de su libro —ese libro que existe sólo en su cabeza—. No descartemos en esta confidencia que la mayoría o todos los escritores, somos presa de la ansiedad y que las semanas previas a completar la obra, son  de una tensión infernal.

Es casi una norma que en las condiciones actuales donde impera la «autopublicación«, los escritores seamos los consumidores de las grandes compañías de mercadeo que producen nuestro material publicitario y de las imprentas. Ambas reciben el pago inmediato por su trabajo, mientras que el autor debe esperar un tiempo indeterminado para recuperar el capital invertido, si es que sucede. Cabe aquí redefinir el término y especificar que somos autores independientes, pues nos convertimos en nuestros propios inversionistas y manejamos la línea completa de producción y mercadeo. Esto no es culpa de nadie: el capitalismo funciona de esta forma y los escritores estamos a su merced. Sin embargo, me atrevo a decir que en el caso de los escritores, habría que revisar las complicadas maniobras que implican aventurarse en el proceso de publicación. Los casos de frauden son incontables.

Con la aglomeración de contenido que se desborda en la red, a veces uno siente que está perdiendo el tiempo, y que escribir sobre temas profundos y serios no vale la pena, pues si la gente no lo lee, es porque no le interesa. Ya bastante tienen con el día a día y el estrés moderno, como para querer embarcarse en temas que no sean superficiales y que no brinden lo que muchos desean: un escape. Vivimos en una sociedad de masas y aunque nos duela admitirlo, es la realidad. Supongo que le toca al escritor decidir qué rumbo a tomar a la hora de publicar; es decir, si escribiremos para las masas o para un grupo reducido de lectores. En este sentido no habrán sorpresas ni futuros lamentos.

¿Es suficiente escribir? No… la verdad es que no es suficiente, como tampoco es suficiente publicar libros pensando en que con ellos nos convertimos en escritores. Los libros que no son leídos, nacieron muertos, por lo tanto escribir es sólo una parte de la fórmula. Esto lo descubren muchos escritores después de haber publicado sus libros, sin éxito.

Friends 2En definitiva, quizás son demasiadas inquietudes para el simple hecho de escribir la tarjeta que planeaba publicar en Facebook. Pero, ¿tiene importancia que la publique en Facebook? ¿La verían mis amigos? o ¿Lo haría sólo para que me den unos cuantos likes?  Es que hasta a esa situación hemos llegado. ¿Cuántos de esos miles de likes que aparecen en las páginas de los famosos o de los «artistas» emergentes, son reales? Si existen personas y empresas que ofrecen paquetes donde uno puede comprar el número de likes que desea tener. Uno de los objetivos al tener páginas de autor, es cultivar una comunidad de fans, no comprarla. Sin embargo, hay quienes creen que este atajo vale la pena y que el reportar miles de fans, da prestigio y notoriedad, con lo que se atraerá a nuevos fans.

Sin caer en el pesimismo, pues soy escritora y me enorgullece mi trabajo, debo ser realista en cuanto al posible escenario en caso de escribir mi tarjeta del día del escritor y publicarla en las redes. Admito que por más maravilloso que sea el mensaje, ésta tendría un instante de gracia, y luego quedaría enterrada por los miles o millones de postings diarios. Quizás ni siquiera mis amigos escritores tendrán la oportunidad de verla. O tal vez sí, bajo los deshechos de las redes, ya que de un tiempo acá el sistema los recicla.

En conclusión, la susodicha tarjeta del “Día del escritor”, sería una más, sepultada entre textos, fotos, videos, chistes e iconos que le dan poder a la red y que «nos mantienen vivos», pues infortunadamente, ahora el uso de las redes es un signo vital de nuestra existencia, que evidentemente no refleja la vitalidad del escritor ni la de su obra.

¡Qué diferente sería esta relación, si los seguidores y amigos que tenemos en las redes, fueran realmente lectores de nuestros libros! Habría un tema en común, un debate, una retroalimentación que aportara valor al proceso creativo. Entonces los escritores tendríamos que crear  el “Día del lector de Facebook o de las redes” para honrar su existencia. Lo cierto es que los escritores estamos muy lejos de orientar a este público hacia otros escenarios en los que se forjen verdaderas audiencias de lectores, pues están atrapados en las notas sociales —que valga la pena recordar, que para esta función fueron creadas, por más que los escritores invirtamos en ellas y tratemos de motivar un cambio—  y si los escritores no estamos conscientes de esto, nos quedaremos atrapados como peces en las redes.  Son amigos, camaradas escritores, familia y muchísimos desconocidos, que nos acompañan en este peregrinaje en el que a pesar de los miles de likes y las caritas felices, no quitan que viajamos en solitario en busca de los verdaderos lectores.

            Finalmente, decidí que era mejor olvidarme de la tarjeta y comencé entonces a escribir esta nota.

¡A ver si tiene mejor suerte!

¡Felicidades en el día del escritor! 


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