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Anécdota Navideña – Navidad Inflable – Julio Garzón

Navidad Inflable

Drácula y su banda de monstruos, brujas y momias habían regresado al inframundo de
Halloween. Entonces, las casas de los vivos se vistieron de rojo y verde. En puertas y ventanas
aparecían ángeles iluminados, muñecos de nieve, árboles navideños, Santas, estrellas y
guirnaldas.
Recordó mientras caminaba que en su infancia, la magia decembrina empezaba siempre
en noviembre. Sus nostalgias regresaron diluidas en un tiempo y
una geografía distantes.
Por
esos días el árbol navideño se cortaba en el monte más cercano. Los niños lo adornaban con
algodones a manera de nieve y esferas pintadas a mano. Cortar y colgarle ángeles y pastorcillos
de papel correspondía a las mujeres de la familia y entre la algarabía colectiva, todos hacían el
pesebre con figuras de barro o papel molido. Ahí cabían desde la mula y el buey, hasta indios
del oeste americano, camellos de oriente, gallinas y un lago de cisnes plásticos. Los regalos eran
pocos pero la comida inusualmente abundante, impregnaba con sus aromas el vecindario.
Las noches transcurrían llenas de villancicos y golosinas, animando la novena de
aguinaldos hasta la llegada del Dios niño. La navidad era el acontecimiento familiar esperado
todo el año. Una celebración tan contagiosa que no cabía entre las paredes del rancho más
rudimentario y se abría paso por las calles de la vecindad. Navidad era fiesta de pobres y ricos y
los presentes, aunque humildes, alcanzaban para todos. El regalo mayor: la sinergia de familia y
vecinos hermanados compartiendo tamales, lechona, natilla, empanadas y parrandas,
entre
alegrías inolvidables y fuegos pirotécnicos.
Ahora es diferente, pensó. Costosas vírgenes, ángeles, renos y velones inflables
comprados en Amazon y super tiendas, forman frente a las casas un triste amasijo de muñecos
desinflados.
Nada más alejado de la meticulosa dedicación familiar de aquellos días,
preparando todo a mano: decoraciones, comestibles y colaciones para compartir.
Al otro lado de la calle, un Grinch gigante estaba aún erguido con su aspecto amargado.
Parecía como siempre, dispuesto a malograr la navidad ya ensombrecida por las guerras y otros
males. Respiró profundo recordando las palabras de la abuela: “
la esencia de la navidad no es la
fiesta ni el pesebre. Es el nacimiento en el corazón de los hombres, de un nuevo sentido de
humanidad, basado en el amor, la justicia y el perdón”
.
¡Paz en la tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad!.

Julio C. Garzón

@jucega54

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