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Anécdota Navideña – Zailyn Olivera Cruz

MEMORIAS NAVIDEÑAS

Te imaginas vivir en un lugar donde no se celebra la Navidad. Allí las calles están vacías, no hay luces, ni focos de colores, y Santa es un recuerdo en la memoria de tus antepasados. Un sitio donde los Reyes Magos tienen el control. La cena es obligada el 24 y no es más que un pretexto para la reuniòn familiar. Al día siguiente parranda, porque es un lugar donde nunca el crudo invierno se ha dignado a pasar. Pues sí, ese lugar existe y ahí vivía yo.

Mi vida siempre fue tranquila, crecí sin conocer la magia navideña, ni recibir nunca un regalo de Papá Noel o Santa Claus, como prefieran llamarle. Tampoco escribí ninguna carta, ni dejé galletas con leche al pie de la chimenea, porque en el fondo era un cuento que alguien me contó cuando ya los juegos habían pasado su época de gloria. En la sala de mi casa tenía a la familia Claus adornando un mueble. Estaban petrificados en su nevada sin importar la temporada. Habían sido un regalo proveniente del  exterior donde la magia se esparce por doquier.  A veces los miraba y reía diciendo: “En esta casa siempre es Navidad”.

Ya pasaba de los treinta cuando la cigüeña se atrevió a visitarme. Mi hija nacería en los primeros días de diciembre según cálculos médicos. Sin embargo, su llegada se prolongó. El calendario iba soltando sus páginas y la espera se volvía interminable. Después de 19 horas de arduo trabajo, mientras las campanas de la iglesia cercana anunciaban la medianoche, mi pequeña llegó al mundo con un llanto que resonó como la melodía más hermosa. Había nacido durante las primeras horas de una fecha mágica. Su pelo negro se batía con el viento, sus manos pequeñas se agitaban sin parar. Me acordé de Santa, del niño y el pesebre, de la vida que te cambia. Sentí en medio de la alegría resonar villancicos que le deban la bienvenida. Por eso decidí lanzarme a la aventura. Tomar un vuelo y quedarme para siempre en un lugar donde se celebrase la Navidad, y mi hija pudiera tener un árbol con focos de colores, escribir una carta, recibir un regalo. Deseaba que aprendiera canciones, conociera a los elfos, riera con Santa y le pudiera hablar al oído con su mirada pícara. Quise que ella fuera feliz la noche buena, con la campana de las 12.

Autora: Zailyn Olivera Cruz

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