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Cazasueños, Kumari y Paradojas: 3 Poemas de Danilo López-Román

Cazasueños

Por Danilo López-Román

Quiero encontrarte —no a la que vas a ser— la que fuiste
cuando en vidas pasadas —en China, Francia, Egipto— estuvimos juntos
cuando éramos gitanos con un completo desprecio por la vida.

Cuando teníamos los labios del otro para morder con suavidad
y nuestras propias uñas para rasgar la espalda del otro haciendo el amor.

Quiero revivir las noches de una sola vela
extinguiéndose con lentitud, la botella de Merlot creciendo hacia bajo.

Quiero recuperar a la hechicera indígena, la que desnuda bailaba con rabia,
cubierta en aceite, exorcizando demonios,
cercada de ángeles.

Quiero ser el hombre terrible puesto al alcance de tu silencio por Alguien superior,
el mismo que no se atreve a copar tu castillo
mas probó tus labios profundos.

Quiero ser el pretendiente que descorrió la cortina que ocultaba el verso,
asustado, encerrándote en los párpados.

Pero hoy no es el tiempo, no en este siglo de transgresiones rotas,
no en este barco tan cerca de la orilla.
Tendré que abanicarme el rostro al atardecer,
los ojos fijos en la oscuridad que avanza.
Tendré que invocar la Luz que no apresura su
paso hacia las aguas.

Tendré que esperar el susurro de tu sonrisa
tu proclamación sin miedos.
Tendré que desafiar al amanecer
y estar ahí
cuando el amor de desearme te nazca otra vez,
como cuando éramos los que no somos hoy.

 


Kumari

            A Rashmila Shakya,
Diosa-virgen de Nepal
[1]

1

Seguí mirando fijamente
en la realidad del modo-de-sueño
para saber sobre complicaciones
e inteligencia espiritual.

Los atractores son una cosa
difícil de manejar.

El corazón humano se llena de poder.
Feliz el hombre que alcanza
el puerto base
dejando atrás mares y tempestades
cuyos sueños están muertos
o nunca nacieron,
que se sienta en Bremen, bebe despreocupado
junto al fuego,
descansa en paz.

Feliz el hombre al que le gusta una llama que se desintegra.
Feliz el hombre al que le gusta que la arena se oscurezca.
Feliz el hombre que libera su carga y limpia su frente y
se sienta junto a la carretera:
no teme a nadie, no aguarda, no espera nada.
Que, fijando sus ojos en la caída del sol, recuerda.

Y tú guardas mi libro, una foto mía
allá en 1886, un retrato tan profundamente intenso
que una parte de mi alma ya te pertenece,
Kumari.

 

2

En una noche como ésta
los vientos del norte trajeron nieve,
alguien duerme frente al televisor
y alguien decide robar.
En una noche como esta mi flor se abre
regada cada día por Kumari.
En un día como éste
un cometa nos baña desde
el profundo abismo del Kosmos.
Algún hombre se aprieta con su
mujer y deja de sentir su propio peso.

Lo que importa es hoy, no el mañana,
y el tiempo que pasa con brío.
En una noche como ésta las brujas de
Salem escogerían la luz de luna que más
convenga a su hechizo, y urdirán la poción.

Hay un hombre en Potsdam
gimiendo a la luna, enviando mensajes a
la mujer que lo enfrentó al espejo de sí mismo.

(El poeta tensa su arco transformado en Eros,
busca palabras inofensivas, palabras
serenas con la fuerza de un huracán y
los extensos secretos de la sangre y la semilla)

¡Oh! Kumari, Kumari
En tus senos portas apetitos fríos
algo que mi pecho a veces añora.
No pudieron romper lo que quedaba
dentro de ti.
Mujer fuerte, incolora.

¿Soy la vacía compañía que ya no
tiene un nombre?

¿Soy el alma abandonada que
ya no puede llorar?

No te afliges más
tan pobre
no temes más
tan cansada.
Agótame, un hombre otrora fuerte.
________________

[1] “La Real Kumari, es siempre una muchacha budista de la casta Sakya. Las muchachas son examinadas basado en las «32 perfecciones de una diosa,» pero casi seguro que la lista es simple: debe haber tenido una salud perfecta, sin enfermedades serias, piel impecable, pelo y ojos negros, sin mal olor corporal, pre-menstruante, y sin haber perdido un solo diente. Su horóscopo no puede haber tenido conflictos con el del rey.  Existe un número de Kumaris reales anteriores, algunas de las cuales ocuparon la posición hasta los trece años e incluso hasta los dieciséis. Cuando alguna se declara no apta como Kumari, deja de ser considerada diosa, pasa por una puja final, y ha de entregar sus joyas y atuendo rojo. Se dice que el espíritu de la diosa dejó vacante su cuerpo. Entonces regresa con su familia, pero probablemente nunca más a una vida normal.”

John Borthwick, The Living Goddess –La Diosa Viviente

 


De tales paradojas se hacen las realidades

La primera vez, le traje cigarrillos.
La vez siguiente también la seguí en
un taxi hasta la puerta de su casa.
Yo temblaba, ella me esperaba.

A un tercio en la galaxia, la alegría de llegar
suplantó la alegría de partir.
“Si existen universos diferentes”, conjeturo,
“es muy posible que cada uno de ellos tenga un conjunto de leyes diferente”,
y nosotros, un grano de arena en la inmensidad del
Cosmos – hablando físicamente –
percibimos nuestra enormidad en la cadena de la evolución,
desde el Big Bang hasta el Big Crunch.

Es así como el amor nace de una
trampa.
Un  círculo inmenso se cierra en mí dieciocho años
más tarde.
Ella tenía diecinueve yo veintitrés.
Lo hice a mi manera, en un hotel barato.
Su vientre temblaba de temor y deseo.
Fui gentil y cuidadoso como un
experimento de curiosidad,
como un dios jugueteando con su criatura.

Las partículas subatómicas no tienen una identidad
o agendas específicas, viven en el inframundo de
un ser potencial.
Nosotros, por el contrario, atrincherados en nuestra creación,
mundo rígido material, racional, estructurado,
tenemos sólo nuestros dedos para contar.
La luz nos alcanza en el descenso, todavía viajando.

El universo es luminosidad y oscuridad,
la luz nos busca y la evadimos en las sombras,
en la tela del espacio-tiempo donde el Big Bang ocurrió
hace unos segundos.
Aún luchamos en la noche prolongada.

En un sistema complejo, uno caótico, las variables
tienen un atractor que arrastra el sistema hacia un
cierto estado o comportamiento.
Hay un patrón.

Ella y yo formamos un sistema binario,
estrellas gemelas que orbitan, una alrededor de la otra.
Un sistema caótico de amor con un millar de variables
y un atractor.
Tu vida, nuestras vidas
entrelazadas.

«Como arácnidos brillantes con sus
redes y pequeños relojes en el jardín
colgando en el aire, pegajosos como
caramelos exactos en fornicación hasta que
el juego está completo
demasiado grande, demasiado listo para permitir el

entrampamiento
la humedad se cae y allí cuelga».

Mi transpiración atrapada en el ático de
una vieja casa             telas de araña por todas partes
Y no existe excusa para alejarse del sol:
una broma, una copa, un resplandor en la montaña,
una palabra mal deletreada, borrada y nuevamente mal escrita.

La felicidad es un asunto de coraje, me dijo.
La tristeza es un asunto de debilidad, respondí.
Los fantasmas son irrelevantes, concluimos.
Ella y yo, una trepidación en el centro de las
galaxias.