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El rito de la lectura

El rito de la lectura

 

Tanto la escritura como la lectura son actos sagrados, o más bien, constituyen un gran acto sagrado, un rito. Este rito demanda y existe en un tiempo apartado, uno propio, al margen del tiempo corriente, donde lo dicho se torna único debido a su poder de crear mundos. Esto es válido tanto para quien escribe como para quien escucha las palabras en su mente, el lector. Es un rito de completitud, creación y realización exclusiva entre autor y lector, oficiantes de un rito sostenido por un pacto, que es la obra, situada fuera del tiempo cotidiano.

Por otra parte, cuando el lector se sumerge en su lectura, esta se convierte en «su lectura,» porque le pertenece a través de la apropiación de sentido y el otorgamiento de nuevo significado. En ese momento, experimenta el descubrimiento, el alumbramiento, la epifanía de sentido de lo que el texto comunica. Entonces, se produce la redención solidaria entre lector y autor a través de la aceptación inicial del mundo presente en la obra que el autor ofrece generosamente a un posible lector, que ahora es un lector determinado.

Esta redención de significado se vuelve continua cada vez que el lector regresa a la obra como un iniciado, introduciendo un nuevo sentido o significado gracias al tiempo exclusivo de la lectura, más allá de la ilusión del poderoso tiempo real que dictamina el reloj. Así, el lector, la obra y el autor se redimen de la opresión del tiempo cronológico, que aplasta y agobia con las exigencias de la vida cotidiana.

En este sentido, tanto la lectura como la escritura resultan ser un rito de placer redentor o, en simples palabras, «uno le encuentra ese gustito.» Y cuando se encuentra ese «gustito,» ese placer del paladar, ese saborear, se descubre el camino del entendimiento. No es casualidad que el conocimiento se presente deleitoso a los ojos de los padres de la humanidad. Para entender, debemos disfrutar, tomar placer y asimilar su sabor.

Tanto escribir como leer son experiencias abiertas a todos los que deseen adentrarse en esta experiencia ritual, en lo sagrado y placentero que representa. Esto se aleja mucho de la idea que algunos tienen de que solo los intelectuales, inteligentes o sensibles pueden acceder. Estas disposiciones discursivas, que instalan creencias erróneas, nos alejan del pacto abierto que toda obra ofrece para un encuentro en lo sagrado con quien quiera acercarse. Solo se debe querer. El libro te espera.

A continuación, las palabras del notable escritor argentino, Jorge Luis Borges, las cuales refuerzan lo anterior, ofrecidas en una entrevista para la Biblioteca Nacional en 1979. He aquí su luminosa reflexión, a modo de conclusión:

“Creo que la frase ‘lectura obligatoria’ es un contrasentido; la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¡Felicidad obligatoria! La felicidad también la buscamos. Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro les aburre, déjenlo; no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo; aunque ese libro sea el Paraíso Perdido —para mí no es tedioso— o el Quijote —que para mí tampoco es tedioso—. Pero si hay un libro tedioso para ustedes, no lo lean; ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad, de modo que yo aconsejaría a esos posibles lectores de mi testamento —que no pienso escribir—, que leyeran mucho, que no se dejaran asustar por la reputación de los autores, que sigan buscando una felicidad personal, un goce personal. Es el único modo de leer.”

Elgar Utreras Solano
Poeta, escritor y comunicador
Chillán, Ñuble, Chile