Reseñas

En un bosque de la China

En un bosque de palabras y memorias
Por Claudia Rosenow

Para abordar En un bosque de la China del escritor colombiano Jaime Cabrera González se necesitan dos cosas: razón y corazón. Dos componentes que, aunque podrían parecer antagónicos, en esta obra son condiciones indispensables que armonizan de una manera perfecta.

Adentrarse en este libro es como penetrar en un bosque de palabras donde el reto no es entrar, sino lograr salir. Cabrera González atrapa la imaginación con sus ficciones y nos remonta a una realidad nueva donde la maestría de su pluma logra conducirnos a laberintos de construcciones que varían desde la sofisticación del profundo conocimiento del lenguaje que posee hasta la sencillez
poética aplastante.

Su prosa refinada tiene varios registros y, al mismo tiempo, un sinnúmero de niveles. Puede pasar de la libre descripción de un sueño a una retórica cargada de referencias de sus múltiples lecturas. Denota una acumulación de datos subyacentes que le dan un realce especial a sus relatos y que nos muestra de trasfondo el lector serio detrás del escritor que no se limita a las lecturas fáciles,
sino que se remite a autores complejos que reflejan la polifonía de voces que lo acompañan.

En un bosque de la China es un libro-rompecabezas donde para entenderlo hay que avanzar en el bosque y saber distinguir un árbol del otro. Bajo ese mismo concepto de bosque sus narraciones disímiles conforman un conjunto que al final nos da la figura completa con la característica singular de ser diferente para cada uno de los lectores.

No existe una ecuación perfecta para la lectura, sino más bien una fórmula propia que permite el recorrido de las historias por una vía singular. Si Cabrera González escribe con un tinte personal en algunas instancias casi biográficas, el lector cómplice también asume la lectura sintiendo que de alguna manera eso también le hubiera podido ocurrir a él.

El intimismo de sus narraciones nos adentra a un espacio único que adorna con un estilo inigualable y exquisito. La prosa impecable de Cabrera González se demuestra en la exploración de la palabra en esa búsqueda donde el juego del lenguaje impera sin restarle precisión y sentido a cada una de las significaciones del vocablo con un alto y profundo contenido lírico.

El libro en sí es una especie de juego serio donde una colección de textos se entrelaza no de un modo obvio, sino a través de un pacto enigmático que no es visible al comienzo de la lectura, pero que se vuelve evidente para quien llega al final del bosque y se encuentra de pronto frente a ese espejo multiforme, donde todas las imágenes convergen de un modo genial en total armonía.
El calidoscopio de las diversas partes de En un bosque de la China, que pueden ir desde un sueño hasta un cuento formal, cruza sus caminos en algún punto en un procedimiento imperceptible. Los protagonistas, enfrentados por la supuesta autoría, convergen en una cofradía tácita donde uno no sabe si van a encontrarse o a rozarse en algún momento. El follaje de la historia son los
cuentos formales que se incorporan paralelos a los pasajes sueltos en un hilado sutil, pero certero que logra una frondosa unidad.

Si pudiéramos hablar de temática, aunque este libro se escapa a las definiciones, podríamos decir que se trata sobre el amor y sus posibilidades. Es la exploración del amor por la mujer en todas sus manifestaciones. En ese sentido, el bosque es más un paraíso terrenal donde el protagonista se refugia e inicia un repaso por todas las vivencias que van desde la infancia hasta la adultez y que conforman esta biografía imaginaria y literaria.

En este ramaje también es importante destacar la música como protagonista y como hilo conductor de todo el libro. La música como lenguaje y como diálogo.

La música como tejido, como columna vertebral y como raíz. Este libro-bosque está cargado de referencias de apoyo que se prestan para la experimentación, pero no como una improvisación ligera de una melodía, sino como una vasta búsqueda del concepto musical.

Las diferentes voces que componen la obra muestran la posibilidad que Cabrera González tiene de maniobrar los diferentes registros de la prosa con una habilidad magistral y que convierten esta aventura literaria en una lectura exquisita. Este volumen combina varios tiempos. Pasado y futuro se unen para atrasar o adelantar un final sin tiempo. Y así al llegar a la última página nos damos cuenta de que nos hemos asomado a una ventana infinita que nos lleva al deleite en que se puede convertir la palabra escrita elevada a su máxima expresión.

Como señalé al principio para abordar el libro En un bosque de la China de Jaime Cabrera González se necesitan dos cosas: razón y corazón.