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Entrevista a Carlos García Ruiz, director del programa de Arte Dramático de la Universidad El Bosque en Bogotá, escritor y dramaturgo

UNA CITA CON FERMINA

CARLOS GARCÍA RUIZ, director del programa de Arte Dramático de la Universidad El Bosque en Bogotá, escritor y dramaturgo.

Por Fermina Ponce

Carlos es Doctor Cum Laude en educación con mención internacional por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), Magíster en Gestión Cultural y Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Estudió dramaturgia en la Escuela de Letras de Madrid y Escritura Dramática en el Aula de Teatro de la Universidad de Alcalá de Henares. Actualmente es el director de uno de los programas de arte dramático más exitosos de Colombia.

Carlos, mil gracias por estar con nosotros para la revista Poetas & Escritores de Miami. Cuéntanos, ¿quién es Carlos García Ruiz aparte de ser un gran estudioso?

Carlos es un chico que nació en Ponferrada, una pequeña ciudad del noroeste de España, en los años setenta, y que sin saber muy bien cómo ha llegado a vivir en Colombia tras muchas aventuras, desventuras y sucesos poco confesables. Hace mucho, una gitana en Granada le leyó las arrugas de la mano y le dijo: “tienes los mares abiertos”; mira que quizá era cierto. Le gusta viajar en moto, los gatos y el chocolate oscuro. Cuando puede, escribe teatro y poesía, dirige espectáculos y a veces actúa en televisión.

¡Qué maravilla lo que ha dicho esa gitana! Gran parte de tu carrera ha sido en la dirección del programa de Arte Dramático de la Universidad El Bosque. Cuéntanos un poco sobre esta labor pedagógica.

Siempre me ha gustado la docencia en diferentes formatos o para públicos diversos, porque se entiende y disfruta desde varios ángulos. Cuando se hace un taller o un curso libre, fuera del mundo académico, se generan unas relaciones muy interesantes desde un ambiente más abierto; son experiencias muy gratas que suelen quedar en la retina. Por otro lado, al dar clase en una universidad o dirigir una carrera, asumes una responsabilidad mayor y el reto se multiplica por mil; tienes en tus manos el futuro de un grupo de personas que debes dirigir hacia el mundo profesional de la mejor forma posible. En el programa de Arte Dramático de la Universidad El Bosque, hemos conseguido crear un estilo propio que, creo, se ha podido permear a nuestros estudiantes y graduados. Es muy satisfactorio comprobar la gran calidad de lo que muchos hacen al acabar la carrera. Quizá ese es el mejor pago posible: saber que tus enseñanzas se están cristalizando en el mercado y que aportas a mejorar el mundo del entretenimiento y el arte con tu trabajo.

Como dramaturgo, has publicado varias obras de teatro y una veintena de ellas han sido puestas en escena. ¿Cómo es tu proceso creativo en cuanto a la dramaturgia se refiere?

Esto es difícil de contestar porque a veces ni yo mismo lo sé muy bien, y fíjate que doy clases de escritura…

Eso es maravilloso, porque indica que no hay un manual de instrucciones o una hoja de ruta que te conduzca a la meta.

Eso mismo. No obstante, intentaré explicarlo. Suelo partir de una idea o una imagen muy concreta; a partir de ahí, exploro el antes y el después hasta llegar a una mínima estructura narrativa mental. Es como estirar un chicle ya masticado. Luego empiezo a tomar notas en el teléfono, en cuadernos; me envío correos electrónicos a mí mismo; también me apoyo en fotos o imágenes o investigo la temática que me interesa en su contexto, historia, y más. A partir de aquí empieza el trabajo en sí de escritura. A veces parto de una estructura escrita o dibujada y otras veces me dejo llevar por las palabras, pero siempre apoyado en el proceso de búsqueda anterior; de otra forma, creo que sería imposible. Luego, al acabar una primera versión, me gusta repasar mucho e ir ajustando el texto, adaptándolo a lo que quiero. Puedo acabar con doce o quince versiones antes de dar por terminada la obra; cosa que, por otro lado, nunca sucede. En el caso del teatro, ya tengo identificados a una serie de buenos amigos y amigas que leen mis obras y opinan; confío en sus ojos y en sus ideas.

Es tan importante contar con amigos receptivos y sensibles que nos puedan brindar una opinión sincera.

Claro que sí. Incluso a veces organizo en mi casa lecturas en voz alta para poder oír lo que he escrito; para temas teatrales es muy interesante y clarificador, porque una lectura abre la obra y permite ver más allá de lo obvio. Estos son los pasos generales, aunque cada proyecto tiene sus particularidades, y debo decir que escribir no es un proceso fácil o amable; exige tiempo, dedicación, y capacidad de trabajo.

Ejercicio en clase de laboratorio de interpretación.

Tu recorrido profesional ha sido muy prolífico. Tus obras de teatro han sido estrenadas por diferentes compañías en España, Italia, Argentina, México, Perú, El Salvador, EE.UU., Cuba y Colombia. Comparte con nosotros esa experiencia de ver tu trabajo dirigido por otros en tantas partes del mundo.

Esto es muy curioso porque no todo el mundo entiende el teatro o las representaciones como yo, y te sorprenden: unas veces para bien y otras para menos bien. En general, lo interesante es ver cómo se adapta el texto o el sentido de la obra al contexto de cada país. Creo que ahí está el verdadero encanto de ver tus obras en otros países. No me molesta que los grupos de teatro cambien algunas líneas o ajusten el texto según sus necesidades, siempre y cuando no pierdan su esencia. Yo también lo hago con las obras de otros y creo que es la forma de hacer más propio el trabajo. Por desgracia, no he podido ver todas las adaptaciones escénicas de mis obras o no he tenido tanto contacto como me hubiera gustado con algunos de los grupos que las han hecho. Por ejemplo, hace unos años, hicieron Medias Naranjas en Cuba y solo pude ver una parte en video. Me hubiera gustado estar allí porque el montaje era muy humilde, pero el equipo era muy bueno y lo hacían con verdadera pasión. También se montaron dos obras mías en el microteatro de Miami y esa vez pude ir a verlas. Realmente estaban muy bien y fue una buena experiencia. Hubo un proyecto especialmente bonito en Madrid, donde hicieron Mientras el mundo gira dirigido por Samuel Blanco, que fue actor de mi compañía hace años, e hizo la obra con un grupo amateur de jubilados de un centro cultural. Fui a verlos y aquello resultó especialmente emotivo. Fíjate que incluso algunas obras cortas se tradujeron al inglés para una escuela en Sídney, Australia. Me quedé con ganas de ir al otro lado del mundo, como a tantos otros lugares a los que no he podido ir. Ahora tengo pendiente viajar a México porque posiblemente el próximo año monten Aurora. Ya estamos en conversaciones alrededor del tema; quieren que vaya al estreno y también a dar un taller. En general, estas experiencias suelen ser muy interesantes, más por la parte humana que por lo puramente económico o artístico.

Aparte de ser dramaturgo, también eres poeta. ¿Cómo se relacionan la dramaturgia y la poesía en el mundo creativo de Carlos? ¿Cómo combinas ambos mundos? Y mientras hago esta pregunta, pienso en el gran Federico García Lorca y su definición de teatro: “(…) poesía que se levanta del libro para hacerse humana”.

En parte ya lo has definido al hablar de Federico García Lorca. Son disciplinas que se tocan y en muchos momentos han sido y son dependientes. Una gran parte de la historia de la literatura dramática se ha escrito en verso; incluso obras que en muchos casos llegan a nosotros en prosa fueron creadas originalmente en verso. Sería difícil prescindir del verso en el teatro, y ojo, porque esto yo lo aprendí tarde. Al principio de mi carrera, renegaba del teatro en verso porque me parecía antiguo y ahora creo que es algo fundamental, incluso a la hora de aprender a actuar, solo habría que preguntar a mis alumnos. El verso poético y el verso teatral suelen mantener una musicalidad que es atractiva para el oído. No en vano, nacen de la misma fuente literaria; e igualmente creo que el texto teatral no versificado de alguna forma debe sugerir esa música cuando se dice en escena. Son todos primos de la misma familia.

¿Y la poesía?

En mi caso, la poesía es un género que no trabajo tanto como el dramático desde un punto de vista más constante o profesional. Escribo poemas en momentos muy concretos, aprovechando sensaciones, lugares o compañías. Mi libro Hotel Desierto es una recopilación de poemas escritos durante bastante tiempo y en circunstancias diversas, como las habitaciones de un hotel que reciben diferentes viajeros que en muchos casos están perdidos. Escribir poesía en realidad es un bálsamo; no me interesa tanto publicar o darme a conocer como el efecto terapéutico que tiene en mí el hecho de expresarme entre versos. En estos momentos, estoy organizando una nueva tanda de poemas que he escrito estos dos últimos años en un solo volumen, así que posiblemente busque cómo publicarlos en un futuro, pero por ahora no tengo ninguna prisa. Y sobre este tema añado algo: hay dos palabras que me generan mucho respeto e incluso miedo: dramaturgo y poeta. Me parece que ambas reúnen una cantidad ingente de características que me resultan inalcanzables; no deja de sorprenderme ver cómo algunas personas las manejan o se autodefinen así de formas muy alegres y desinhibidas. Cuando me nombran como dramaturgo o como poeta, de verdad que siento cierta vergüenza porque no puedo compararme con algunos grandes nombres que suelen venir a la cabeza; es abrumador y me siento pequeñito.

Supongo que estás acostumbrado al éxito y al aplauso de tus seguidores. ¿Tienes miedo de fallar? ¿Alguna de tus obras no ha sido todo lo buena que tú esperabas?

He fallado mucho y seguiré fallando. Y ahora me acuerdo de lo que escribió Samuel Beckett: “Fracasa otra vez”, porque es la mejor forma de tomar el pulso a tu evolución como escritor, creador o artista. Sonará muy trillado, pero la mejor escuela es aprender de los errores. Yo he escrito obras que nunca han salido del cajón (cajón virtual sería ahora) porque no han pasado mi propio test de calidad; otras, al sacarlas a la luz, se han hundido ellas solas, y otras, cuando ya se han estrenado frente al público, no han pasado de muy poquitas funciones. En una ocasión, estrenamos un texto escrito por mí donde también actuaba y, tras cuatro o cinco funciones, decidimos dejarlo porque no habíamos conseguido cumplir los objetivos y era mejor ponerse a pensar en otra cosa. Yo siempre he defendido que escribir teatro es una de las disciplinas literarias más complicadas que existen porque no escribes para ti ni para un lector en la soledad de su habitación; escribes para un público que son personas reales sentadas en una sala y que además pueden aplaudir o silbar. Y claro, antes de todo esto, debes convencer a un productor o a un director para que apuesten por tu texto, sin contar que los actores también deberían estar convencidos de tu obra para hacer tus personajes de la mejor forma. Pensándolo fríamente, es más fácil fallar en teatro que tener éxito.

Hace quince años que vives en Colombia. Como inmigrante, ¿qué extrañas de España cuando estás en Colombia, y qué extrañas de Colombia cuando estás en España?

De España extraño a mi familia, últimamente más, y como buen español también echo de menos la comida, la gente y los sabores de mi tierra, El Bierzo. Cuando estoy en España sucede algo raro porque después de estar pensando en viajar allí durante meses, al pasar algunas semanas ya quiero volver a mi casa en Bogotá con mis gatos, mi moto y a lo que es hoy mi vida. A esta sensación algunos lo llaman el síndrome de Ulises y, en cierto modo, tiene mucho sentido porque a veces no sé de dónde soy ni lo que quiero.

¿Qué costumbres conservas de tu patria?

De España mantengo muchas costumbres, empezando por el idioma y el acento. Me gusta defender lo español y lo que significa porque durante mucho tiempo, por muchas razones muy largas de explicar aquí, otras ideas han intentado arrinconar a nuestra cultura y creo que no debemos acomplejarnos frente a nada. Y esto no lo digo desde un ángulo político, lo expreso como un español que ha tenido la suerte de vivir en otros países, conocer otras realidades muy cercanas a nosotros para mirar a España desde afuera y ver lo malo y lo mucho bueno que tenemos. Y ya en el aspecto más privado, me encanta cocinar las recetas de mi madre, mi abuela y mi tía abuela; tres grandes cocineras.

Sesión de ensayo con estudiantes de Arte Dramático.

Ahora vayamos a tu profesión: ¿qué semejanzas y diferencias existen entre el teatro colombiano y el teatro español? Me refiero a cada eslabón de ese mundo: escritores, actores, infraestructura, cantidad de espectadores…

Cada país y cada contexto fija sus parámetros teatrales según su historia, sociedad, política, vida cultural, etc. En el caso de España, como país supuestamente europeo, la tradición teatral y literaria es enorme y se ramifica casi hasta la Grecia clásica. Cuando venimos a Colombia u otros países hispanoamericanos, nos encontramos con formas de entender el teatro muy diferentes en función de su historia y de su exposición a la evolución cultural en la historia. No obstante, aunque parezcan muy diferentes, el teatro español y el colombiano tienen muchos puntos en común que en estos últimos años están apareciendo bastante más. Por otro lado, la rapidez de las comunicaciones en el siglo XXI facilita ese intercambio de ideas, trabajos y proyectos que antes era más complicado. Pero fíjate que se comparte un aspecto entre ambos países sobre el escenario que además me gusta mucho porque es parte de mi tesis doctoral: la comedia. En las últimas décadas el teatro en Colombia ha mirado mucho al conflicto interno del país de una forma muy lógica porque el teatro es un reflejo de la realidad, en cambio, cuando se revisan propuestas escénicas más cómicas no creas que distan mucho de lo que se hace en España, y yo creo que es porque mantenemos un idioma común que también condiciona la forma de vivir y de reír. Esa es una de las ideas que defiendo en mi investigación doctoral: la comedia es uno de los mejores “pegamentos sociales” que existen y cada cultura crea sus propias reglas y costumbres alrededor de la risa. Además, cuanto más popular es la comedia, más nos parecemos; es inevitable entre hermanos.

¿Y en cuanto a infraestructura y producción qué similitudes y diferencias encuentras?

Examinando el tema de la gestión, la producción o posibilidades en comparación con España, Colombia todavía debe superar ciertas barreras, pero creo que va por muy buen camino. Personalmente, en estos años que llevo viviendo aquí, he visto un gran avance a nivel de infraestructuras, equipos, apoyos y producciones en cartel. La gran deuda pendiente es conseguir el apoyo de un mayor sector del público que por diversas circunstancias no ven al teatro como una opción cultural o de entretenimiento válida. Porque te digo algo: yo sé que Colombia está llena de grandes actores y actrices, cantantes, bailarinas, escritores, directores, mimos, clowns, artistas de circo… a este país le sobra el talento y le falta inversión en temas culturales y educativos.

¿Tienes pensado incursionar en el mundo del cine?

Te diría que ojalá el cine incursione en mí. Hice algo de cine como guionista y actuando en España hace muchos años, cosas pequeñas; en Colombia sí he trabajado más en televisión. Finalmente, me he establecido más en el mundo de la docencia y del teatro, pero no cierro puertas a nada. Disfruto muchísimo el cine como espectador y diría que soy un gran aficionado, casi especialista en algunos directores y movimientos o subgéneros cinematográficos. Quizá debería explorar más ese mundo. Tienes razón, y te tomo la palabra. Y claro, todo lo que pueda llegar, bienvenido será.

¿Qué sigue para Carlos?

Vivir más y mejor.

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