Hanal Pixan: el día en que los muertos regresan
Por Elvira Sánchez-Blake
In ki’ichkelem yùum sa’as u si’ipil le u
kili’ich pixàan in láako’ ch’a’a óotsilil ti’ Yo’olal u yantal ki’imak óolal ti’ yéetel a kili’ichil[1].
Hay un día en que los muertos retornan a visitar a los vivos. Es el día del Hanal Pixan, la ceremonia en que los mayas honran a sus antepasados.
El Hanal Pixan (comida de las ánimas) no tiene nada que ver con la cosmovisión de origen celta del Halloween, donde los difuntos son evocados en forma de fantasmas. La tradición se fusiona con el ritual cristiano de los fieles difuntos traída por los españoles a México. Sin embargo, el pueblo maya ha logrado conservar su raigambre cultural y cada año a finales de octubre se apresta a recibir a sus antecesores, quienes regresan en cuerpo y alma para compartir con sus seres queridos.
Para los mayas la vida humana estaba constituida por el Pixan, regalo que los dioses entregaban al hombre cuando era engendrado. Este fluido vital determinaba el vigor y la energía en el individuo como una fuerza que condicionaba su vida futura. Creían también que el mundo de los vivos, el de los muertos y el de los dioses se unían por caminos en formas de serpientes fantásticas por donde transitaban las ánimas. Estos lazos se mantenían fervorosamente mediante ritos propiciatorios y eran el camino de retorno hasta su reencarnación en el vientre de las embarazadas. Las tradiciones cristianas se fusionaron con estos rituales y la celebración se convirtió en un producto mestizo en cuya matriz se amalgamaron las creencias importadas. En la nueva cosmogonía, las almas de los difuntos regresan en forma esencial a la tierra una vez al año para permanecer con su familia y amigos en la fecha en que los católicos celebran el día de los fieles difuntos. En la festividad maya, el 31 de octubre se conmemora a los niños que han fallecido; e1 1º de noviembre se dedica a los adultos difuntos, y el 2 de noviembre a todos los que han pasado a la vida ultraterrena.
La mesa está servida
La conmemoración del Día de los muertos es muy significativa para los mexicanos. Cada región lo celebra en forma fastuosa y diversa. En Yucatán el Hanal Pixan cumple una función de unión familiar y comunitaria. Desde principios de octubre las familias se disponen a limpiar la casa, preparar los manteles y preparar los guisos preferidos del difunto. Las fotos de los seres queridos se sacan a relucir y se habla de ellos como una persona viva; se recuerdan sus enseñanzas, su bondad o su maldad, porque según como vivió en la tierra, así será recordado.
La tradición incluye la preparación de un altar que en realidad es una mesa servida para agasajar a sus difuntos. En cada altar está presente la cruz verde que significa el Ya´axche (el árbol de la Ceiba sagrado representa el tránsito hacia el mundo ultraterreno). También se colocan jícaras de atole, tortillas y pibs, junto con el pan de muerto. Los tradicionales pibs son carnes de cerdo, pollo o pavo adobadas en achiote envueltas en hojas de plátano que se cocinan bajo tierra por largas horas hasta alcanzar una textura perfecta. No pueden faltar las fotos de los seres queridos, las velas encendidas y las flores de cempasúchil.
Yo tuve la oportunidad de celebrar el Hanal Pixan junto con amigos y estudiantes de la Universidad Autónoma de Yucatán durante un año sabático en Mérida. Participé en la preparación de los altares y en la peregrinación al Monte de las ánimas del 31 de octubre. Me imbuí del sincretismo que se percibe en esta tierra donde floreció la cultura maya y disfruté de las suculentas comidas que preparan los yucatecos para esta ocasión.
El Hanal Pixan es la oportunidad de penetrar en la tradición maya, uno de los pueblos que con mayor fiereza se resistieron contra la invasión española y los portadores de unos de los legados más valiosos de los pueblos americanos a la civilización occidental. Los mayas no han desaparecido, como muchos creen, por el contrario, perviven en las tradiciones que se colaron por entre los intersticios de los ritos católicos, a través de sus templos con fachada de iglesia y soporte de pirámide. El descendiente maya es afable para agasajar al turista y complacer al foráneo que los ve como una muestra artesanal exótica. Se aferran con furor a sus orígenes y esperan a que se cumpla la profecía del libro Chailam Balam de Chumayel, según la cual se profetiza la evolución del universo: “toda luna, todo año, todo día, todo viento camina y pasa, también toda sangre llega al lugar de quietud”.
Referencias:
Buenfil, Ramayo y Rodríguez. Hanal Pixan, alimento de las ánimas.
Máss Colli, El Hanax Pixan: encuentro amoroso entre vivos y muertos.
Citas:
[1] Dios mío, perdona las faltas del alma de mi santo pariente, para que tenga la alegría de estar contigo.
Créditos:
Crédito: Concurso de altares del Hanal Pixan, Patio Central de la UADY, Mérida Yucatán.
Reseña biográfica Elvira Sánchez-Blake
Periodista, académica y escritora colombiana. Es autora de varias publicaciones
académicas y creativas. Ha sido profesora de universidades en Estados Unidos, México y
Colombia. Colabora con Milibrohispano y con la Fundación Memoria Cultural en
proyectos literarios y creativos.