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José Eustasio Rivera y el eco de La vorágine

José Eustasio Rivera y el eco de La vorágine: un viaje literario por la selva de la conciencia

Por Pilar Vélez

 

José Eustasio Rivera Salas, nacido en un humilde hogar de Rivera, Huila, Colombia, el 19 de febrero de 1888, y fallecido el 1 de diciembre de 1928 en Nueva York, es recordado principalmente por su monumental obra «La Vorágine». Su vida, marcada por esfuerzos y superaciones, lo llevó desde una educación obtenida con esfuerzo hasta graduarse como abogado en la Universidad Nacional de Colombia. Su carrera lo llevaría desde inspector escolar hasta secretario legal de la Comisión de Límites Colombo-Venezolana, una experiencia que lo inspiraría a escribir su famosa novela.

 

«La Vorágine», publicada en 1924, no solo es una obra fundamental de la literatura latinoamericana por su denuncia de las atrocidades cometidas en la explotación del caucho en la Amazonía, sino también por su inmersiva descripción de la selva, convirtiéndola en un personaje más de la narrativa. Rivera no solo defendió su obra ante las críticas en Colombia, sino que también logró un reconocimiento internacional que perdura hasta hoy. Su prematura muerte en Nueva York a los 40 años no impidió que su legado se consolidara, siendo «La Vorágine» un referente de la crítica social y la exploración literaria de la selva amazónica.


LA VORAGINE, JOSE EUSTACIO RIVERA
Primera parte (Fragmento)
Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar, y me lo ganó la violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para que mi alma destellara sobre mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.
Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado ya a la esperanza de sentir un afecto puro. En vano mis brazos -tediosos de su libertad- se tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos una cadena. Nadie adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón.
Alicia fue un amorío fácil: se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que buscaba en mí. Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron la conspiración de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a someterme por la fuerza. Ella me denunció los planes arteros. «Yo moriré sola, decía: mi desgracia se opone a tu porvenir».
Luego, cuando la arrojaron del seno de su familia y el juez le declaró a mi abogado que me reduciría a la cárcel, le dije una noche, en su escondite, resueltamente: ¿Cómo puedo desampararte? ¡Huyamos! Toma mi suerte, pero dame el amor.

¡Y huimos!

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-voragine-


El contexto literario de Rivera fue el modernismo latinoamericano, un movimiento que buscaba renovar la literatura inspirándose en fuentes europeas, pero con un fuerte énfasis en una expresión auténticamente americana. Figuras como Rubén Darío, José Martí, Julio Herrera y Reissig, Leopoldo Lugones, Amado Nervo y Manuel González Prada, entre otros, fueron contemporáneos suyos que, cada uno a su manera, contribuyeron a la riqueza y diversidad de la literatura de la época, marcando el camino para obras como «La Vorágine».

Leer «La Vorágine» es sumergirse en un viaje a través de la densa selva amazónica, no solo físicamente, sino también en el amplio espectro de las emociones humanas, los conflictos éticos y las luchas por la supervivencia. La novela destaca por su lenguaje poético y sus descripciones vívidas, que transportan al lector a un mundo tanto hermoso como brutal. La obra de Rivera no solo es una pieza clave para entender las dinámicas sociales y económicas de la época, sino también una fuente inagotable de reflexiones sobre la naturaleza humana y nuestra relación con el mundo que nos rodea.

«La Vorágine» es, en definitiva, una obra imprescindible no solo por su valor histórico y literario, sino también por su capacidad de conectar con el lector a través de su rica imaginería y profunda humanidad. José Eustasio Rivera, a través de esta novela, no solo dejó un legado literario invaluable, sino que también se convirtió en una voz eterna que nos invita a reflexionar sobre las injusticias sociales y la belleza implacable de la naturaleza.

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