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Margarita Dager-Uscocovich habla sobre el tráfico humano y la explotación


Artículo de opinión

Por Margarita Dager-Uscocovich

Empezaré diciéndoles que escribir no solo es una catarsis, escribir es adueñarse de una realidad y crear conciencia de que esta existe, y que en ocasiones esa realidad es cruel, que se ensaña con nosotros de
manera directa o indirecta y nos envenena como lo hace una víbora
ponzoñosa.

Nosotros, los escritores, somos almas bohemias, algunas veces vagabundas y atormentadas. Al parecer, buscamos equivocadamente los laureles del éxito cuando el éxito se debe entender de una manera distinta. En mi caso, el éxito está en las historias que los lectores disfrutan en mis novelas. Escribir la novela Las queremos vivas no fue un acto de valentía, ni mucho menos un acto de heroísmo; escribirla fue, y es todavía, un acto de generosidad con la sociedad que nos rodea, en especial con nuestros hijos o familiares jóvenes y las mujeres que están cautivas en un mundo oscuro y mal oliente.

La primera vez que entendí realmente qué es el tráfico humano y sus subgéneros fue en 2018, durante una charla comunitaria en la ciudad donde resido desde hace veintiún años. Asistieron al panel representantes de entidades que brindan ayuda a quienes han sufrido la violencia del tráfico sexual. La realidad que relataron es abominable, aterradora, y el trabajo es arduo e infinito porque se convierte en un círculo vicioso donde tienes que rascar las heridas para poder sacar lo infecto y dejar que la esperanza resurja como lo ha hecho el ave fénix a través de la historia.

Si hablamos de la fe y de la esperanza; a muy pocas de estas personas, que han sido explotadas de innumerables formas, les quedan grabadas estas virtudes; más bien, la mayoría de ellas se convierten en seres vacíos, donde el bien y el mal, o lo bueno y lo malo, no tiene significado, no tiene razón de ser. Al verse estancadas en esta forma de vida lo repiten con otros para poder, en el fondo, desquitarse con su propia existencia; es una forma de limpiarse la angustia, la desesperación, la indecencia a la que las forzaron a vivir. No es justo, en una esquina recóndita de su cerebro, que todavía no ha sido escobillada por el rencor, saben que no lo es y se lo repiten esporádicamente, pero al final del día la buena conciencia desaparece y se entregan a los brazos de la única vida que conocen; una vida deplorable que les da, de una forma u otra, un bienestar económico al que muchas veces no estaban acostumbrados o, si lo estaban, siguen sintiendo que su vida está muy lejos de ser recuperada. Una mínima parte de lo que fueron, una vez rescatados y arrancados de la violencia, de la mentira, de los deseos dañinos, los impulsan a construir relaciones sólidas, pero no sin estar prevalente y estremecedoramente ante el filo de la destrucción. Estos sentimientos de no volver a ser los mismos crean un efecto, de igual forma, devastador. Sobreponerse a las secuelas es un acto duro, sin embargo, una minoría lo hace, y esa minoría tiene la oportunidad de dedicarse a salvar una vida más, una vida que aún sufre como resultado natural del reclutamiento, de la retención forzada, del trabajo interminable de servir como criados, de la pornografía y de otros modos de captura moderna. Los daños psicológicos alcanzan proporciones impensables.

Los números de víctimas del tráfico humano son, más o menos contables, porque existen entidades no gubernamentales y gubernamentales que se dedican a trabajar por la salud mental y el bienestar de estas personas. En Estados Unidos, específicamente, han existido cifras aterradoras e historias insólitas donde el traficado en su mayoría ha sido un niño o una niña. La historia de las comunidades marginales ya no son la única razón, la razón primaria es la ganancia que deja este negocio donde los reclutas vienen disfrazados de corderos prodigando un amor falso y mudable la mayoría de las veces. La manifestación de la maldad es latente, nuestra sociedad consume de manera furiosa la inocencia de los niños, sea para esclavitud sexual, para labores domésticas o pornografía infantil. Sin embargo, aunque la mayoría de las víctimas de tráfico humano son objeto de explotación sexual, existe cada vez y con más frecuencia lo que se conoce como «trabajo forzoso», una categoría bastante abultada que incluye la textilería, el combate armado, la mendicidad forzada, incluso, la extracción de órganos.

Sobre esto último, debemos destacar que, según un estudio de las Naciones Unidas, la extracción de órganos creció un 0.3% desde el 2010 al 2012, y la OMS indicó, en el 2018, que, de cada cien trasplantes de órganos, diez son provenientes del tráfico ilegal, esto quiere decir que provienen de víctimas de tráfico humano, según mis apreciaciones. Todos estos fenómenos y datos, todavía no son conocidos por nuestra sociedad, específicamente la hispanoamericana. Cabe recalcar que ningún país está exento de estas prácticas, pero ¿por qué no son conocidos estos datos si la información se encuentra al alcance de la mano? Habría que recurrir a un estudio sobre esto también.

Dejando de lado la pregunta anterior, que de seguro encierra un sinnúmero de respuestas, quiero recalcar que el estudio global que hizo la UNODC en el 2020 menciona que el 65% de la población mundial ha sido afectada por el tráfico humano, siendo este porcentaje correspondiente a mujeres y niñas, pero no deja de ser preocupante que el tráfico de hombres y de niños aumentó, y el 35% corresponden a victimas identificadas. La explotación sexual es el principal eje dentro del panorama mundial, el 50% de casos identificados registró un incremento del 34% en el 2016, al 38% en el 2020. Estos estudios consideran también que los factores que aprovechan los tratantes son las condiciones migratorias irregulares, que generan una dependencia afectiva por parte del tratante a la población vulnerable, sobre todo en niños y adolescentes, como mecanismo de sometimiento.

Con la pandemia ocasionada por el COVID – 19, en Latinoamérica se vio incrementada la trata por el desempleo, el 90% de los casos que fueron identificados provienen de la misma región o de los países fronterizos.

Pudiera citar mil historias e informes que se han puesto a disposición publica, puedo compartir cientos de foros hablando sobre temas que deben ser analizados, discutidos y puestos a la vista pública, porque el propósito de mis novelas no solo es entretener al lector o ganar unos cuantos pesos, el propósito es generar  conocimiento y pelear a conciencia por evitar que lo que nos queda de humanidad se pierda, porque considero que  somos el reflejo de lo que hacemos y luchamos como activistas de un sector de la sociedad.

El tráfico de humanos ha existido desde siempre y se ha dado en diversos escenarios, ha evolucionado de época en época, con diferencias entre la época de la conquista o en el colonialismo, pero en la actualidad nos enfrentarnos al acto velado, oculto; lo que requiere esfuerzos distintos para su erradicación. Debemos conseguir  nuevas formas para defender a la sociedad ante el secuestro y sumisión de individuos; la horrible práctica de convertirlos en simple mercancía.

Nota:  La investigación sobre la trata de personas a nivel regional y mundial puede ser consultada de manera gratuita en el Informe sobre trata de personas del Boletín Anual de la UNODC.