Por: María Elena Lavaud.
Odalys Interián es militante de la imagen en la palabra. Una pintora de frases de mil formas y colores; una poeta enamorada del verso continente y contenido. Una maestra que sabe contagiar su magia. La mina de un lápiz que no se borra, con el cual talla los mejores claroscuros de cada palabra que pinta y sueña; y comparte; y motiva. Una poeta de pudor explícito. Una forma particular. Una contrición de versos. Una implacable narradora.
Me hice extraña / ilegible / cerrada a la violenta ilusión de la mentira / en el sabor aprendido de la luz / y la llovizna en esa efervescencia / del amor / juntada y lamida por el sol / deshilvanada
en lo pleno del rocío / y la tempestad / sorda / única en la pureza del temblor
y las palabras / abierta al latido / al fresco relámpago / en mi carne
a la cordura / Me hice al desamparo / y en el reposo / la vida se escribía
innumerable.
Nació en Cuba el primer día del mes de marzo, mes de la mujer. Quienes han seguido a pie juntillas su obra y evolución, sostienen que se mueve entre lo onírico y lo real. La crítica especializada ha sugerido que “su espiritualidad poética y su religiosidad afluyen para dejar un testimonio vivo; pulsaciones auténticas, enriquecidas por la visión y la esencia del signo que revela y nombra. Viaja desde lo introspectivo a un diálogo con la realidad, con la vida y con nosotros mismos. Su obra se caracteriza por una rica imaginación y la significación de sus metáforas”.
Añádeme / junta mis esferas / lo mejor de la sílaba / vierte la noche
En ese color / que anida el pasto / y nos anida
Ofrece a la luz / una danza tranquila / de recuerdos
ofrécete / redobla ese mástil / donde cuelgo mi fe
donde pongo el amor / y esa bandera / que hipnotiza la noche
Añade esa plegaria / devoto / y trae la bendición
añade mis ofrendas / y déjame en el miedo / y la nostalgia
cerraré los círculos / sagrados de tu cuerpo
esa chispa que arde / en los silencios.
Sus poemas han sido publicados en varias antologías dentro y fuera de Cuba. Espacio Mínimo, (Extramuros 2008) y Nacieron en La Habana (Sur Editores, Ecuador 2009). Impartió en Cuba varios talleres de creación con niños y jóvenes. También el taller de adultos Olga Alonso, de San Miguel de Padrón.
Su obra le ha hecho merecedora de premios nacionales e internacionales: Premio en los talleres municipales y provinciales en los géneros poesía, décima, cuento y ensayo. Obtuvo la primera mención en el concurso Juan Francisco Manzano (2004 y 2008) y Mención Especial en 2006. También ganó reconocimiento en el Alfredo Torroella (2005) y Premio en el Concurso de Poesía Camello Rojo (2005). Es ganadora del Concurso de Poesía, Soy el Amor, soy el Verso (2004) y (2009). También del concurso La Nota Latina, en la categoría cuento (2013). Más allá, obtuvo reconocimiento en el prestigioso Concurso Internacional de poesía Facundo Cabral (2013). Es autora de Respiro Invariable (Extramuros, 2008). Graduada del Diplomado en Historia y Práctica de la Creación Poética, 2007.
Ha publicado en la revista literaria Metafrología, y es columnista de la revista Poemas Míos. Instructora del Taller de Creación Poética del Centro de Instrucción para la Literatura y el Arte, y miembro destacado de AIPEH Miami (Asociación Internacional de Poetas y Escritores Hispanos). Tiene varios libros inéditos de poesía y cuentos.
Ese Mar que me vence (2014), es su más reciente poemario, una cita acordada con la visión poética de todos sus mares, a la que acude entregada desde la dedicatoria misma:
En ese rayo donde se quema el mar
Y mi amargura
En ese mástil del viento joven
Donde te bebo el sueño y la esperanza.
De las olas de ese poemario, compartimos hoy con los lectores de Poetas y Escritores Miami, el prólogo escrito por Víctor Irún:
“Noto en la ciudad semi desierta, con ruido de maletas sobre las losas de la calle, latas de gazpacho durmiendo en la hamaca del contenedor, añoranza de mar y cielo, de la palabra que olvidó su resina junto a la última esquina del imposible aliento de la noche.
La poesía de Odalys Interián, la amiga que me manda su palabra en botellas perfumadas de verdad, la lejana pero refulgente compañera que leemos cada día y nos traduce, desde su pretil, el certero lenguaje aljamiado del deseo, de la lucha sin tregua por un ahora compartido, por un futuro de rodajas de piña abierto en canal. Es para mí un honor poder hablar de los poemas de Odalys, de compartir la contraseña con la que un día «que ya tenemos en el recuerdo», pudimos colarnos en aquella fiesta donde los toboganes rojos latían como espuelas y los contornos del desnudo eran azogue lento y suave percutiendo en el espejo de la infancia.
Porque dentro de los versos de Odalys habita la infinita contundencia de lo que fuimos en aquella fiesta, del temor y el temblor de las pisadas al esconder el tamborcito y sus coturnos, la voz que se perdía por los baúles donde mamá guardaba impecable su juventud de torre de ajedrez.
La poesía de Odalys me moja, femenina, suave como la caricia de un día de junio aún con el almíbar entre los dientes, una poesía que recrea la poterna de la amistad, la potente sillería donde escondernos en noches de piratas, pero tiene la tersura de lo que se hace sin remedio, poesía que es imagen del eco de lo cierto, la pervivencia azul de todas las palabras que no supimos derramar cuando tocaba.
Ese mar que me vence, de Odalys Interian, es el libro donde la gran poeta cubana y amiga nuestra ha puesto a secar muchas de sus pulsiones más profundas, la ropa íntima que roza la pulpa de sus sueños y emociones y llena de fragancia a sal marina y a noche de salmuera. Todo un «mapa del lenguaje cuajado en sentimiento reposado», donde «el corazón se organiza en plegaria», donde el silencio, la muerte, el silencio de la muerte canta ronco sobre un amanecer de piel y zozobra. «Toda la noche se oyeron pasar pájaros» y Odalys nos entrega en este poemario lo más granado y arenoso de su voz ondina. Brea y temblor de la tripulación que canta su ron en un Caribe que ya vislumbrara Saint-Jhone Perse.
La poesía de Odalys suena dentro de su caracola y va llenándonos los sentidos con sherezadiano estímulo: nos hace sentirnos marajás en una noche que quisiéramos infinita, una noche con improbable amanecer, en la que la música del viento, el temblor de una naturaleza que en los versos de Odalys se machihembra con la carne deseante, con la delicada tactilidad del corcho mojado de vino dulce. Leer sus poemas deja en la boca mostos delicados de lluvia y de ceniza. Creo que su palabra poética va de lo cósmico, lo universal, lo telúrico al agua de todas las infancias donde todos perdimos un aroma de tiempo amarillo.
Ese mar que vence a Odalys, reside en los escombros de la música que quedó presa en la añoranza de los sabores del beso húmedo y ardiente, un mar que Odalys conjura y al que dedica -como preciosa sacerdotisa o hieródula antigua- una danza de palabras que es el homenaje a las olas prófugas.
La poesía de Odalys es un corazón en cada concha. Lo escuchamos, caracola lejana y nos advierte de que hay torres de marfil que no necesitan de lo inaccesible: por su tronco se oyen voces de la mejor tradición, Rilke de Ronda por Miami, Bishop morena y soleada, Trilces, Tristes Tigres que abordan malecones limpios, trigueña danza lorquiana, paradisos recuperados en la extensión de la sidra, el buen vino del lagar cubano, inmensa Cuba, pequeña e infinita Cuba.
Desde mi costa ardiente, brindo de corazón por los versos de la amiga Odalys, una poeta que hace que cada día Madrid se peine y perfume con son, con lo que perdura tras el canto,»lentament comença el cant…» ¡Hasta siempre, poeta!”
Victor Irún