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Paredro crecerá: seguirá siendo un podcast, pero que formará parte de un centro de promoción de la lectura y escritura literarias para el desarrollo personal y social…

UNA CITA CON FERMINA: CAMILO HOYOS, director del podcast Paredro y cofundador de la Fundación Gratitud.

 

Por Fermina Ponce

“(…) Paredro crecerá: seguirá siendo un podcast, pero que formará parte de un centro de promoción de la lectura y escritura literarias para el desarrollo personal y social…”

Camilo Hoyos estudió Literatura en la Universidad de Los Andes de Bogotá y es doctor Cum Laude en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Además, es el director de Paredro, el podcast literario más escuchado en Colombia.

 

—Camilo, mil gracias por estar con nosotros para la revista Poetas & Escritores de Miami. Cuéntanos, ¿quién es Camilo Hoyos?

Gracias, Fermina, por tu invitación, y comienzo con un saludo a tus lectores de Poetas & Escritores. Soy alguien que cree profundamente que la lectura literaria es un lente a través del cual podemos mejor comprendernos y por lo tanto comprender a los demás. Soy alguien que está convencido de que la lectura de la literatura es una experiencia vital, que nos debe atravesar todo el cuerpo, para mejor enfrentar los retos diarios de la vida, los sociales y emocionales pero también los prácticos y dispendiosos. Soy alguien que cada vez está más convencido de que un buen lector no es alguien que necesariamente haya leído mucho, sino alguien que aplique en su vida diaria aquello que aprendió en el mundo de la ficción.

—Permíteme interrumpirte, Camilo. Déjame resaltar esto último que has dicho: un buen lector no es alguien que necesariamente haya leído mucho, sino alguien que aplique en su vida diaria aquello que aprendió en el mundo de la ficción.

Por eso me he dedicado toda mi vida a la docencia literaria, y en los últimos años a una profesión que he encontrado apasionante: la promoción de lectura. Luego de haber sido profesor universitario y director y fundador de la Fundación Gratitud, me dedico ahora exclusivamente a Paredro Podcast, que tiene ya alrededor de ciento ochenta y cinco capítulos de entrevistas a autores, editores, y demás actores del mundo literario, al que con mucha gratitud puedo contar que estamos llegando a los siete mil suscriptores. Pero Paredro crecerá: seguirá siendo un podcast, pero que formará parte de un centro de promoción de la lectura y escritura literarias para el desarrollo personal y social. Soy alguien, por último, que cree que todo el mundo debería leer y escribir para así poder acercarnos más a un bienestar mental.

—¿Cómo llegaste al mundo de la literatura si tu sueño fue ser veterinario?

Comencé a leer tarde porque hasta mis quince años el mundo campestre y rural de mi finca me lo proporcionaba todo. Durante mi infancia en Bogotá los meses escolares eran apenas paréntesis para volver a mi finca en el eje cafetero, donde me estaba esperando mi yegua y muchas horas de arreo y cabalgata por delante. Fue durante esos años, también, que seguramente me acerqué a la literatura sin darme cuenta: viví obsesionado con los cuentos de duendes, brujas y madremontes que me contaban diariamente los trabajadores de la finca mientras les ayudaba en sus tareas. Me aprendí todas las técnicas para cazar brujas, para embrujar al duende, para escapar de La Llorona. Crecí no solo conociendo estos cuentos sino esperando que me ocurrieran en cualquier momento. Fue después, durante unas vacaciones familiares que no fueron en la finca sino en Medellín, que me impresionó la forma como mi hermano podía quedarse tanto tiempo leyendo un libro, indiferente a lo que le ocurría a su alrededor. Me pregunté por esa capacidad de encapsularse en algo, que no está en ninguna parte sino en las palabras impresas. Luego supe que se trataba de Rayuela de Julio Cortázar, y por esa impresión navideña fue que llegué a la biblioteca de mi colegio a buscar al argentino entre los anaqueles. 

—¡Qué entrada al mundo de la lectura! Nada menos que Rayuela.

¡Ya lo creo! Para entonces ya tenía sembrados en mí todas las disposiciones necesarias para entrar en contacto con la lectura literaria: la imaginación envuelta en la realidad, la certeza de que ocurren cosas que no vemos a nuestro alrededor, la curiosidad por conocer la naturaleza de mundos misteriosos e incomprendidos. Y todo me lo dio el mundo rural, que es también el mundo de las brujas y espantos.

—Sé que Cortázar te cambió la vida. ¿Crees que los grandes autores siguen siendo capaces de influir en la vida de nuestros jóvenes?

Sí, y siempre lo harán. Pero no podemos esperar que lo hagan solitos, sin ayuda alguna, en medio de Twitter, Instagram o Facebook; o que los jóvenes van a ir por sí mismos a buscar en las bibliotecas. Eso ocurre, pero en una proporción minúscula. Tenemos que ayudar a que esos textos que parecen ladrillos o mamotretos porque no responden a los gustos de la cultura mediática lleguen a lectores jóvenes, adultos y mayores. Y a veces un clásico puede ser como un carro varado que con un empujón consigue encenderse, y así encargarse del resto. Los clásicos no cambian, lo que cambia es la forma de leerlos y de aproximarse a ellos. Y de eso debe encargarse la docencia literaria, la pedagogía de la literatura, y la promoción de lectura. Y no creo que dependa de grandes tecnologías, sino de algo muy sencillo: volver a la conversación como un medio de construcción del conocimiento. Si la lectura literaria es una experiencia, hablar sobre lo que leemos es una forma de entenderlo y asimismo comprendernos en relación al texto. Con esto no digo que no deban existir los espacios catedráticos, sino que la docencia debería regresar a la base de que la buena comprensión de un texto pasa por el reconocimiento de que es una experiencia: qué siento, cómo reaccionaría, cómo creo que reaccionaron los demás. Estas preguntas son claves para entrar de manera crítica en un texto literario, porque permiten, luego de la experiencia, la comprensión de su composición y estructura.

—Es nuestra labor (como puentes que somos entre el libro y el lector) desacralizar la lectura.

Claro. Es completamente distinto el resultado de una clase si luego de una lectura le preguntas al grupo «¿Cómo les pareció lo que Andrés le hizo a Marta?” o si le preguntas “¿Cuáles son las características principales de la acción que Andrés le hizo a Marta?” Para que la literatura cumpla con su labor tiene que pasar a través de los lectores, de su pensamiento y de su criterio, de su identidad. Si no acercamos la lectura, ahí sí los grandes autores quedarán mudos, como ya dijo Hölderlin sobre los dioses griegos.

—Debo hacerte una pregunta: ¿has soñado con besar a La Maga?

¡Nunca! Nunca he podido imaginar a la Maga de manera corpórea, orgánica. Siempre me he quedado con esa definición de Oliveira: “una concreción de nebulosa”, es decir algo inasible, algo inaprensible, un círculo “cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”. La Maga es lo ubicuo, lo inefable, y por eso Oliveira se la pasa toda la novela intentando entenderla, y cuando ella desaparece, el Club entero se dedica a extrañarla y enaltecerla. La Maga es la protagonista de la novela y su caracterización está, por decirlo en palabras de Pedro Páramo respecto a Susana San Juan, “más allá de la divina providencia”.  Por eso no, nunca he soñado con besarla, y nunca me han gustado esos experimentos fotográficos o pictóricos que buscan darle cuerpo a la Maga. Porque nunca sabremos si la encontraremos o no (aunque yo ya la encontré). 

—Regresemos a tu podcast. ¿Cómo concebiste Paredro? Al que, déjame decirlo, considero uno de los mejores de Latinoamérica.

Muchas gracias, Fermina, por tus palabras. Paredro Podcast comenzó en 2017 por iniciativa de la revista 070 de la Universidad de los Andes, a donde me invitaron a llevar mi podcast de entrevistas a autores. Luego formó parte de la Fundación Gratitud, que creé con Fonseca, el cantante, y desde hace un año o un poco más es independiente y yo estoy a cargo enteramente.

Desde un principio Paredro se concibió como un espacio de conversación con autores pero intentando acercarse a la obra y a la literatura de una manera distinta, sin depender únicamente de los formalismos académicos para su análisis o de las fórmulas del periodismo cultural actual en Colombia. Quería ser un espacio seguro donde los autores pudieran sentirse cómodos y hablar de su obra y de su creación. ¿Pero para qué? Para que los oyentes lo sintieran cercano, humano, como si fuera su vecino, y generarle el deseo de la lectura porque para ese momento comprenderá que es accesible, y que ese libro el podría hablar a él. Es decir para promover la lectura literaria. Ha ocurrido que el género académico se ha encargado, lastimosamente, de alejar a los lectores de las obras literarias. Se han encargado de endilgarle tantas necesidades y tantas supuestas técnicas aprendidas que han hecho que las personas ordinarias pasen por alto el lugar de la lectura por considerarlo algo “culto”, o “de gente inteligente”. Y no creo que sea esto, por supuesto, de hecho creo que es lo contrario, y en Paredro intento llevarlo a cabo: que la obra literaria y la conversación con el autor sea una invitación a sentir más que a comprender la obra literaria.

—El podcast es una herramienta novedosa. ¿Qué te brinda el podcast que no ofrezca la radio, por ejemplo?

Disponibilidad e inmediatez. Ya sabemos que puedes escuchar luego desde los portales de las emisoras las emisiones diarias que nos perdimos por no estar libres en un momento determinado, según un horario. En cambio los capítulos de un podcast se crean para que estén allí, a la espera del oyente, en la paciente espera hasta que encuentre un momento libre, o vuelva a alguna rutina que ha tenido que abandonar y era justamente el espacio donde escuchaba. Es muy divertido conocer los momentos en los cuales las personas escuchan los capítulos de Paredro. Algunos los escuchan los sábados en la mañana haciendo trabajos domésticos, como lavar platos o doblar la ropa. Otros lo hacen cuando salen a hacer ejercicio o van al gimnasio. Otros durante los atascos vehiculares bogotanos, que no son pocos. Siento que el podcast genera esa cercanía: que tú decides el espacio y la actividad en la que lo quieres escuchar, el momento del día o de la semana. Y luego ocurre como con las series: quien llega a Paredro, decide ponerse al día escuchando todos los capítulos seguidos. Apenas ayer durante la presentación de un libro un oyente se me acercó y me contó que desde agosto del año pasado se había propuesto la tarea de escuchar todos los capítulos de Paredro, y que ya iba por diciembre del año pasado (2022). Esa disponibilidad genera una entrañable cercanía. 

—Interesante lo que cuentas. El podcast es como un amigo que te espera en el café de la esquina. Cuando tú tengas un rato libre, él estará allí dispuesto a conversar contigo. Estuve buscando el significado de la palabra Paredro (del griego) y significa sentarse cerca. He escuchado tu podcast y de las cosas que más disfruto es la cercanía que logras con el entrevistado. Háblanos un poco sobre esto.

El nombre Paredro surge en realidad de 62/Modelo para armar de Julio Cortázar. Éramos profundamente serios cuando se trataba de mi paredro o de la ciudad, y nadie se hubiera negado a acatar la condición de paredro cuando alguno de nosotros se la imponía por el mero hecho de darle ese nombre. Desde siempre me gustó mucho su sonoridad y luego extrañeza en la novela así que no lo pensé dos veces cuando lo elegí. Luego descubrí la definición de la que hablas, sentarse cerca o que está sentado al lado, y te podrás imaginar mi alegría cuando entendí que era prácticamente lo que me había propuesto desde un inicio, y que creo que incluso conseguí después por zoom durante la pandemia y prácticamente casi todos los capítulos que grabo, y es que a pesar de la conexión virtual y lejanía física estamos sentados cerca. Esto intento conseguirlo en primer lugar leyendo muy bien la novela, porque es la razón por la cual estamos sentados. He leído cada una de las novelas sobre las que he entrevistado, y esto me parece importante decirlo porque prevalece en nuestro periodismo cultural cierta tendencia a escribir sobre los libros sin habérselos leído (si no lo leíste, escribe de tal forma que no te comprometas con el argumento, en generalidades; pero no cometas además la blasfemia de interpretar cuando no has leído el final). Y creo que en gran medida esto es lo principal que genera un espacio de confianza con el entrevistado: que está en buenas manos porque su obra se leyó y pensó con detenimiento. Cuando la puerta se abre, entonces el campo de conversación se torna amplio y sobre todo humano, algo que me interesa mucho. Nuestros medios tienden constantemente a solemnizar la literatura y a sus autores. Algunos todavía lo ven como un pedestal de mármol, cuando en realidad tenemos que verlo a nuestro nivel, de calle, de andén. Solo así la experiencia de la lectura literaria puede cumplir todos sus acometidos, y por eso siempre intento que el espacio de conversación sea un abrebocas para que sobre todo la gente vaya a comprar el libro y se lo lea y piense en cómo reacciona frente a la lectura.

—Has entrevistado a un gran número de escritores. Te quiero hacer una pregunta políticamente incorrecta: ¿publican los mejores? ¿O las relaciones públicas se imponen al talento? 

Existe y siempre existirá esa idea de la rosca, es decir que solo se publican a los autores amigos o a los que ayudan en las relaciones comerciales. Es innegable que ha habido una especie de revolución en los últimos años por libros publicados por influencers y youtubers, y esto evidentemente se hace por el número de sus seguidores, pero ese es otro tema. En relación a tu pregunta respecto a calidad vs. amiguismo, te puedo decir con toda certeza de que un buen manuscrito siempre se termina publicando sin importar la amistad o el número de seguidores, por que por fortuna contamos con un gran número de editores serios, que se toman muy en serio su trabajo, y no van a dejar pasar un buen libro si pasa por sus manos. Creo que en muchos casos la idea de la rosca surge de cierta frustración de un escritor novel al no conseguir publicar en una editorial grande. Yo siempre recomiendo no proponerse publicar en tal editorial hasta antes de estar seguro de tener un manuscrito sólido, revisado hasta la inconsciencia y revisado a distintas horas del día, puesto a prueba ante amigos que sean buenos lectores con buen criterio y sinceros (no los amigueros). Sin embargo, ¿qué significa un buen manuscrito? Lo que considere los criterios editoriales de una editorial. La gente tiende a olvidar esto, y tiene que ver tanto con el tema de una novela, su forma de escritura, como con el evidente estado de madurez de un escritor. Conozco de casos que editores de grandes editoriales han rechazado novelas que les han fascinado, pero que no entraban en su línea editorial. Por eso es importante saber a dónde envías los manuscritos, y saber o por lo menos tener una noción de quién es tu lector, y dónde te leerán mejor: es decir a través de qué editorial. El buen trabajo de un editor y de un equipo editorial es que la editorial hable por ti, y que genere esa cercanía a través de su sello. Y en este campo el trabajo que han realizado últimamente las editoriales independientes es asombroso. Editoriales como Himpar, Vestigio, Laguna, y muchos otros, que con solo abrir sus libros ya sientes que entraste a su casa.

—Mi última pregunta. ¿Con qué personaje literario, de cualquier época, te gustaría tener una cita? Cuéntame qué le dirías, de qué hablarían y cómo terminaría el encuentro.

La respuesta más obvia sería Cortázar, pero te confieso que una vez tuve un sueño con él tan vívido, que siento que ya lo conocí. Sin lugar a dudas escogería a David Foster Wallace. Me parece sorprendente la forma como desde la década de los noventas del siglo pasado ya supo leer nuestra sociedad frente a los medios de comunicación y después redes sociales, con las que se cumplieron sus pronósticos de solipsismo y consumo desbordado de contenidos digitales (todo lo que ocurre en La broma infinita.) Pero me gustaría estar con él y escucharlo sobre todo para sentir su sensibilidad frente al mundo y frente al humano, sentirla para contagiarme. Así el encuentro podría terminar, por qué no, con un abrazo.

 

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