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Acumulando ciclos

Acumulando ciclos

Por Aníbal P. Santoro

Si tienes algún padre, abuelo, bisabuelo o vecino, sin que importe el género, que estén transitando por esta etapa de su vida, permítete hacer un alto ante ellos para agradecerles por lo que hayan vivido.

Querido lector,

Te escribo estas líneas para que, mientras las leas, olvides todo aquello que te agobia y le pueda quitar brillo a tu vida. Aunque sean tu trabajo o tu cuenta bancaria.

Te invito a una pausa para que podamos crearnos un momento para sentir sin pensar… y recordar.

Tal como me sucedió hace unos días, cuando quise escribir un cuento sobre mi abuelo. Un italiano digno que se fue a “hacer la América” y se embarcó, a sus 14 años, rumbo a una Argentina desconocida en donde esperaba algo mejor: un sitio en el cual poder soñar.

Inicié y terminé ese cuento que te comparto, y que no es ningún cuento porque en él pretendí darle un poco de inmortalidad a un anciano que quise en vida y aún quiero. Y así fui rescatando cálidos recuerdos que hoy me acompañan y cobijan.

Recuerdos. Versiones personales de los relatos que mi corazón le dicta a mi mente sobre un momento de mi vida. Uno en el que me sentí querido y protegido por ese hombre, mi abuelo.

Relatos de vivencias que tienen fecha, casi como si fueran de otra vida. Porque en el transcurso de una se pueden vivir muchas vidas, muchos ciclos.

Es respecto de estos ciclos que hoy me atrevo a invitarte a hacer este alto en tu camino, ya que los ciclos están llenos de vida y, para que ésta no se derrame ni se pierda, hay que poder cerrarlos bien.

Aquí es cuando mi invitación se abre y se muestra en su único objetivo que, mejor que definirlo, prefiero que aparezca con esta lectura.

La gente grande, los abuelos, esos que peinan canas si es que aún conservan algo de su cabello, han servido para amortiguar la fuerza arrolladora de la vida al permitir que, de algún modo, tus padres y tú puedan hoy intentar luchar por la de ustedes.

También se las llama “personas mayores”, en un acto que la sociedad sostiene para expresar lo necesarios que son y que han sido, emulando la honra a aquellos “concejos de ancianos” que eran venerados por su sabiduría.

Si tienes algún padre, abuelo, bisabuelo o vecino, sin que importe el género, que estén transitando por esta etapa de su vida, permítete hacer un alto ante ellos para agradecerles por lo que hayan vivido.

Si tienen suerte, ambos, quizás conozcas algo de su vida. Puedes hacerle sentir que algo de sí queda como un legado.

Si tienen suerte, también ambos podrán reconocerse en extremos opuestos de la vida, en donde tu ímpetu necesita de esa certeza inconsciente que te brinda la existencia de alguien mayor que te susurra que la vida sigue y que el futuro es posible. Él espera que lo recibas con respeto, porque ya ha vivido y necesita seguir con lo que siga.

Acumular ciclos, todos lo hacemos. Solo que algunos llevan más tiempo haciéndolo. Si quieres, valídalos, para que esos ciclos sean tesoros que algún día te inspiren un recuerdo, un relato, un cuento. Como ocurrió con mi abuelo. Como puede ocurrir con cualquier abuelo.

Porque una persona que ha vivido tantos años es portadora de cicatrices que necesitan ser tratadas para evitar que se endurezcan y, a la vez, es poseedor de un tesoro intransferible basado en todo lo que ha superado para poder llegar a acumular tantos ciclos de vida.

A veces, alguno de esos mayores nos sorprende al enseñarnos lo que es querer la vida, como en la película mexicana “Un padre no tan padre”, del año 2016, dirigida por Raúl Martínez Reséndez, en donde una guerra generacional parece llevar a un final inevitable de separación familiar debido a la extrema rigidez y severidad de Don Servando. Claro que eso no sucede luego de que un cambio en la actitud del protagonista para con su hijo y sus amigos hace que todos crezcan y puedan verse de otro modo. Incluida esa “persona mayor”.
Quizás nadie cambie, pero algunos que nos precedieron nos han marcado con esa capacidad para detectar qué es lo que verdaderamente importa y el ser capaces de pegar un golpe de timón oportuno que evita la catástrofe.
Porque acumular ciclos también es aprender que se puede seguir aprendiendo de los demás.
Como Don Servando.

Aníbal P. Santoro

Doctor en Psicoanálisis – Psicoanalista Onto-humanista – Coach de Fortalecimiento Interior® – Conferencista – Autor

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