Buscadores de historias
Por Thais Navarrete
Esperaba ansiosa la llegada de mi primer libro de literatura infantil. Habíamos trabajado arduamente durante año y medio con la ilustradora, la editorial, el arreglista y el intérprete de la música, el impresor de tela, la costurera, la traductora y el encargado de la página web para debutar en la Feria del Libro de Miami con Mis Botones Mágicos en doble versión de español e inglés, y los cojines de Tapitina y Tapitón, quienes son los protagonistas del cuento.
Tan pronto la editorial nos dio el texto, se envió el pedido de imprenta en español a Amazon; en ese momento faltaban 3 semanas para el evento y todavía había que terminar los últimos detalles de la versión en inglés. Los días pasaban y aún no llegaba la versión en español ni tampoco estaba lista la de inglés. Solo faltaban dos semanas cuando nos percatamos de que el pedido no había sido recibido por Amazon y quedé muy afligida: habíamos trabajado y superado muchos obstáculos durante tanto tiempo y no veía posibilidades de presentarme en la feria.
Mi esposo, Eduardo, tan pronto se dio cuenta de la situación, encargó con urgencia el libro en español y al día siguiente la editorial nos dio la versión en inglés, que inmediatamente mandamos a imprimir con el temor de que no llegaría a tiempo. Amazon nos informó que la tendríamos 48 horas antes del día en que comenzaba la feria.
Faltando menos de 24 horas, cuando el sol ya se despedía, llegaron los libros en inglés, y me dije: “qué lástima, iré sin los cuentos en español”; luego, en horas de la noche, bajo un torrencial aguacero, dejaron unas cajas en el portal de mi casa que terminaron totalmente mojadas; por suerte, mi madre se dio cuenta y logró con gran dificultad ponerlas a salvo. Con incertidumbre las abrí y, envuelto en otro papel que ya estaba húmedo, pude tener en mis manos y en buen estado Mis Botones Mágicos en español, y así me lancé al ruedo el sábado, día fresco y soleado con aroma a fiesta, a conquistar corazones y dar a conocer una herramienta terapéutica a padres y maestros.
La experiencia resultó muy enriquecedora: progresivamente fui aprendiendo cómo llegar a las personas, cuáles eran las palabras claves para hacerles entender el objetivo del libro, y a adivinar a través de las expresiones de las caras y del lenguaje del cuerpo si deseaban saber más o si no era de su interés. Ese intercambio con los “buscadores de historias”, como yo llamo a ese público ávido de viajar y de conectarse a través de las letras con nuevos e insospechados mundos, es de una gran riqueza. En esos pocos minutos en los que cruzamos unas palabras, donde dejamos un pedacito de nuestra vida y ellos nos regalan alguna de sus experiencias, oí una frase que aún resuena en mi cabeza: “a los escritores no se les debe pedir rebaja porque lo que hacen no tiene precio”.
Thais Navarrete