Colaboraciones Columnas

Cattleya trianae: Más que una flor

[dropcap size=small]R[/dropcap]ecuerdo que mi abuela cuidaba con esmero una hermosa planta de orquídeas que vivía a sus anchas en la  rama más robusta de mi amado árbol de mango. Imagino que en principio, la abuela no estuvo muy a gusto cuando me apoderé de aquel árbol y lo convertí en el centro de mis juegos; pues en él reposaba uno de los tesoros más preciados que tenía: la flor de mayo o lirio de mayo como también se le conoce. Crecí haciendo maromas como un mico, saltando entre las ramas sin tocar aquella planta, y al igual que la abuela, aprendí a cuidarla hasta el último día que viví en aquella casa.

Fue mucho después, en la escuela, que supe que la hermosa flor que adornaba mi patio no era cualquier flor, sino la Cattleya trianae, la flor nacional de Colombia, y uno de nuestros símbolos nacionales. Sus hojas verdes, anchas y carnosas, sobresalían por su tamaño y firmeza. Eran como un par de manos abiertas custodiando el majestuoso cáliz de donde se desprendía un ramillete de flores en diferentes tonos de blancos, rosados y violetas. El tronco estaba recubierto por unas raíces prominentes y blancuzcas abrazaban su oscura corteza. Desde ese entonces, la orquídea es una de mis flores favoritas. No solo adorna la sala de mi hogar, sino que además ha estado presente en mi escritura, como en el cuento infantil Un regalo para Laura, donde la abuela Carmela sigue cuidando sus orquídeas y mirando de reojo a su inquieta nieta que no pierde oportunidad para balancearse entre las ramas.

Según los expertos, se conocen por lo menos cincuenta especies de catleya, todas oriundas de las zonas tropicales de América. Tan solo en Colombia, existen 4.000 especies de orquídeas y muchas de ellas se encuentran en la región andina, en zonas con una altitud entre 1.000 y 3.000 metros.  La cattleya colombiana fue reconocida como símbolo nacional en 1936 y junto al himno, la bandera y el escudo, forma parte de los símbolos de la república de Colombia.

Lo curioso, es que esta flor fue reconocida en respuesta a una solicitud que hiciera la Academia Nacional de Historia de la Argentina, cuando hacían un estudio de las flores representativas de cada país del continente americano. Y fue el médico y naturalista, Emilio Robledo, quien recalcó que en la parte inferior de  los pétalos lila, se encuentran  reflejados los colores de la bandera colombiana, y quien dedicó su nombre en homenaje a uno de los botánicos más destacados del país, José Jerónimo Triana Silva, quien además era médico, investigador, químico, promotor de nuevos productos, editor de obras oficiales y didácticas, funcionario oficial y cónsul de Colombia en París. Al respecto, cabe señalar que fue Triana, en 1867, quien hizo popular esta flor cuando montó una exhibición para mostrar las riquezas del país Nueva Granada y logró cautivar a la emperatriz Eugenia de Montijo, quien dada la belleza y rareza de la flor, sugirió que fuese vendida en un remate donde alcanzó un precio de 18.000 francos.

Sin duda, la flor tiene mucha historia y este es solo una invitación a los historiadores y amantes de la botánica para que colaboren con información sobre el tema.

La cattleya colombiana también ha sido motivo de inspiración de personajes tan ilustres como el maestro Guillermo Valencia, quien le dedicó la siguiente estrofa por su carácter emblemático:

«Por tu altivez invicta, por tu belleza extraña

por el sereno ritmo de tu vivir augusto

que lo servil no inquieta, ni lo vulgar empaña,

te consagró mi patria por su blasón venusto».

En dos ocasiones se intentó cambiar de flor, por otras a lo mejor más vistosas, como el anturio negro; sin embargo, la flor de mayo o lirio de mayo es un símbolo que ha ganado afecto y forma parte de la historia de la nación, por lo que el 9 de agosto de 1949, en el Acta No. 2 de la Junta del Comité preparatorio del Tercer Congreso Suramericano de Botánica, se dejó estipulado que la Cattleya trianae es la flor nacional de los colombianos y así quedó consignado para todos los tiempos en la filatelia y en los libros de historia del país.

Por Pilar Vélez

Liter@tuvida