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Consigna 1: Cortázar-relato fantástico Cuando llegue la paz

Consigna 1: Cortázar-relato fantástico
Cuando llegue la paz

Por Maritza Gueler

Hay tanta gente que no quería esta guerra y tampoco quería
la tierra negra que ahora nos cubre. Entre ellos están mis amigos.

Sandra, 10 años, Vukovar (Del libro Sueño con la paz– Ed. Atlántida-UNICEF 1994)

Tenía una muñeca nueva con un vestido de tul azul y amarillo y los ojos del color de la miel de la mañana. Saltó de mi mano al escuchar el ruido de las explosiones que ahora cubren el sol. Fue cuando corrimos al refugio. No alcancé a verla cuando saltó. La dejé sola. ¿Qué estará haciendo ahora?

Desde aquí, en este lugar sin ventanas y sin luz ya no puedo ver mi ciudad. Es tan bonita… Es una de las más antiguas y una de las más hermosas del mundo. Eso dice mi mamá. Pero yo no conozco mucho el mundo, salvo por el mapamundi. Ese sí que está lleno de colores. Lo descubrimos en la escuela antes de que llegaran los aviones y los tanques.

Cada vez que pasan, la tierra queda negra. El ruido me hace doler los oídos. Como si todo me explotara adentro. Y me saltan lágrimas saladas por la cara.

 ¿Habrán destruido mi muñeca como destruyeron mi casa? Ahora, en este refugio, mi abuela me sostiene la mano y me acaricia la cabeza. Me corre un escalofrío. Mientras, repite palabras en yiddish que no alcanzo a entender. Ella sabe de todo esto.

Tengo miedo. Escucho el llanto de mis amigos del barrio. Me acurruco en su pecho y ella se mete, como una luz brillante, dentro de mi corazón. Desata el nudo de mi garganta, me acaricia el pecho. Y alcanzo a sentir su corazón que palpita junto al mío, agitado. También tiene miedo. Por eso vino, para que yo la defienda.

La guerra es una palabra triste. Tiñe de rojo las calles. Desparrama un olor asqueroso en el aire y se lleva mi muñeca, el triciclo de Carlitos, la harina del pan y las fotos de la familia. ¿Dónde estará mi muñeca?

Todos los que pueden sostener un arma salieron por las calles a pelear contra los tanques. A mí me dejaron aquí escuchando el llanto de los niños. No quisieron llevarme porque soy demasiado pequeña. Eso me dijeron. Pero ya tengo 8 años. Y puedo pelear. Mamá fue, y todavía no volvió. Se hace tarde. Pero mi abuela está metida en mi corazón y me acaricia.

Cierro los ojos con fuerza para que el tiempo pase más rápido. Para que el ruido ensordecedor se detenga. Para que la noche sea noche y la mañana sea una mañana. Y veo misiles como aves negras y enormes llegando a destino. Abro mi pantalla transparente. La subo al cielo. Y los pájaros de la muerte vuelven al lugar desde donde salieron. Y nada explota. Las casas siguen de pie. Como nosotros.

Sostengo con fuerzas mi pantalla transparente donde rebotan los cohetes y los misiles que se desintegran como estrellas en la oscuridad. Yo también puedo detener la guerra.

Miro hacia arriba, y el cielo está azul, claro, lleno de luz. Mamá vuelve. Más linda que nunca. Y papá regresa con mi muñeca. Los tanques se convierten en casitas de colores donde juegan los niños pequeños. Los cañones echan flores como la primavera. Y desde los aviones caen bolsitas llenas de caramelos. La tierra se pinta de colores. Y ya no lloro más. Sólo espero que llegue la paz.