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No decir cómo nos sentimos, enferma

Por Gabriela Cordero

La mayoría de las personas hemos tenido que lidiar con la intranquilidad de no poder expresar libremente lo que sentimos en algún momento. Esta intranquilidad puede generar otras afectaciones, como opresión en el pecho, falta de concentración, problemas digestivos, dolores de cabeza o dificultad para conciliar el sueño.

La represión del estado de ánimo y las emociones tiene un impacto en la salud física y mental. Es por eso que la autoexpresión y la escritura son dos herramientas poderosas para gestionar esta situación.

Utilizaré una analogía cercana: cuando un mamífero se enfrenta a una situación de supuesto peligro, su cerebro libera cortisol como una alarma para fomentar una decisión que promueva su supervivencia. Esta alarma se manifiesta como incomodidad, angustia, tristeza, frustración, estrés, miedo o enojo, y la decisión que impulsa el cortisol es que el individuo enfrente la situación o huya de ella. En la naturaleza, ignorar una alarma es muy peligroso, ya que puede poner en peligro la supervivencia. Cuando el mamífero toma una decisión para salir de ese estado de vulnerabilidad, su cerebro hace que se sienta mejor al liberar otros neurotransmisores.

Lo mismo sucede con los seres humanos.

La dopamina, la oxitocina, la serotonina y las endorfinas son neurotransmisores que nos hacen sentir bien, y nuestro cerebro los produce y libera para promover nuestra supervivencia cada vez que hacemos algo para salir de estados que nuestro cerebro percibe como riesgosos.

Estos estados pueden ser tan diversos como no sentirnos valorados por nuestros pares, no estar realizando una actividad que nos apasione, no contar con recursos económicos suficientes, sentir soledad o percibir que nuestro cuerpo no responde con vitalidad.

En el mundo animal, cuando un individuo toma una decisión para promover su supervivencia, lo hace a través de acciones, no de palabras. Gracias a nuestra evolución y al hecho de tener el cerebro más grande de todos los mamíferos, con una corteza prefrontal encargada del raciocinio y el lenguaje verbal, la mayoría de los seres humanos tenemos la opción de aprender a mitigar cualquier situación que percibamos como una amenaza a través de la autoexpresión.

A diferencia de otros animales, los seres humanos hemos evolucionado para utilizar el lenguaje como un mecanismo para expresar nuestras necesidades, intereses y puntos de vista sin recurrir a la violencia.

Por supuesto, hay personas que utilizan la autoexpresión de manera agresiva y negativa, pero eso simplemente es otro mecanismo de defensa. Desde la vida cotidiana de cualquier persona, cuando surge la necesidad de expresar algo, transmitir un pensamiento, un sentimiento o contar una historia y se hace, el cerebro libera dopamina. La dopamina es el neurotransmisor que se libera cuando una persona se encamina a satisfacer una necesidad. En este caso, esa necesidad es el deseo de hacer tangibles sus propias ideas y razonamientos.

 

La autoexpresión y la escritura son herramientas muy efectivas como procesos catárticos en momentos de dolor, estrés, ansiedad o depresión. Plasmar y hacer tangibles los pensamientos y emociones durante tiempos de crisis no solo es natural, sino también muy saludable, ya que lo que no se dice se manifiesta de formas físicas que suelen ser más perjudiciales para la salud. Escribir regularmente fortalece las defensas y el sistema inmunológico, ya que permite sanar y liberar cualquier perturbación de la mente y el cuerpo.

Para los antiguos griegos, la catarsis significaba purificar el alma al contemplar una situación considerada trágica. En tiempos modernos, la escritura y la autoexpresión permiten no solo purificar el alma a través de la contemplación, sino también tomar acción de forma práctica en la gestión de la salud mental. Reflexionar sobre lo que nos sucede mediante la escritura es un mecanismo de defensa que será recompensado por nuestro cerebro. Utilizar la imaginación y crear escenarios ficticios o de autoficción también es un mecanismo de defensa que será recompensado por nuestro cerebro.

Piensa en la escritura como un acto de magia: cuando escribes, tus pensamientos conscientes y estructurados, así como tus sentimientos inconscientes y desapercibidos, se vuelven visibles letra por letra, palabra por palabra y página por página. Es un acto en el que tus manos tardan fracciones de segundos en crear lo que tu mente, cuerpo y alma necesitaban manifestar.

Y cuando esas creaciones, pensamientos, abstracciones, interpretaciones, aprendizajes y asociaciones se vuelven visibles, se pueden leer como si ya no te pertenecieran. Adoptas la postura de un receptor en lugar de un emisor, y la escritura adquiere una perspectiva diferente que se puede reinterpretar y resignificar hasta adquirir una connotación más profunda o convertirse en una vía para desprenderse de lo escrito. Es como un juego de ping-pong en el que siempre ganas en tu salud mental.

¿Por qué? Porque escribir estimula positivamente las conexiones neuronales y también provoca la liberación de dopamina, reduciendo los niveles de cortisol causados por la evidencia de riesgo o por la necesidad inminente de comunicar algo.

La escritura no reemplaza la terapia tradicional, sino que puede ser una terapia alternativa o complementaria. Esto significa que si ya estás en terapia, puedes utilizar la escritura como una herramienta adicional para recibir una orientación más precisa. Y si aún no has empezado la terapia, la escritura es el primer paso para adentrarte en el mundo del redescubrimiento personal y la sanación. Lo bueno es que la escritura como herramienta terapéutica está al alcance de todas las personas alfabetizadas.

A continuación, te presento un par de sugerencias para crear tus propios actos de magia y mejorar tu salud mental:

  • Escribe para ti mismo. Lee y libera lo que normalmente no dices en voz alta.
  • Escribe ficción o realidad en forma de historias, crónicas o anécdotas. Utiliza recursos o referencias existentes en tu cerebro e imaginación, y crea historias cuyo propósito sea entretenerte.
  • Escribe reflexiones positivas que puedas compartir con otras personas. ¡Tus palabras pueden ayudar a alguien más en este momento!
  • Si deseas escribir sobre incertidumbre, prejuicios, frustración o tus propios defectos, los de alguien más o los del sistema, también puedes hacerlo. Es tu derecho y te hará sentir bien. Solo ten en cuenta que hay personas que pueden no estar emocionalmente preparadas para asimilar ese tipo de información y que, en lugar de ayudarlas, podrías contribuir al deterioro de su salud mental.

Cualquier palabra o texto que surja de la mezcla de tu conciencia e inconsciente y contribuya a generar una conversación que estimule tu cerebro, tu mente o tu alma de manera positiva, está colaborando con la calidad de tu salud mental y la calidad de vida en la sociedad.

 


Artículo por Gabriela Cordero, fundadora de We Mammals y autora del libro Escritura Mood Lifting, salud mental a través de la escritura.

Más sobre la autora en @we_mammals o www.wemammals.com


Créditos de las fotografías:

Foto #1 y #2  por Paúl Aragón ~ Correo electrónico: paularagonleyton@gmail.com
Fotografía de la portada del artículo: Unsplash